10. Los amargos frutos del amor al dinero







10. Los amargos frutos del amor al dinero


Oremos para que el Señor nos ayude a entender todos los pecados unidos al amor al dinero y como estos afectan gravemente nuestra vida espiritual.

El amor al dinero se expresa en diferentes comportamientos:

10.1. El apego 


18Un hombre principal le preguntó, diciendo:
Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?
19Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo Dios.
20Los mandamientos sabes: No adulterarás; no matarás; no hurtarás;
no dirás falso testimonio; honra a tu padre y a tu madre.
21Él dijo: Todo esto lo he guardado desde mi juventud.
22Jesús, oyendo esto, le dijo: Aún te falta una cosa: vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme.
23Entonces él, oyendo esto, se puso muy triste, porque era muy rico.
24Al ver Jesús que se había entristecido mucho, dijo:
¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!

Lucas 18:18-24

El apego es una expresión o fruto de idolatría en el corazón. El hombre rico descrito en la parábola del Nuevo Testamento, tenía mucho dinero, pero estaba tan apegado a él, que lo tenía por encima del primer mandamiento de amar a Dios sobre todas las cosas:

Jesús vio en el corazón del hombre rico, el apego y el lugar que las cosas materiales tenían en su vida y para que pudiera ser su seguidor debía poner al Señor en el primer lugar, lo que implicaba, en este caso, renunciar a sus riquezas. Este pasaje describe el apego a las riquezas en su estado más triste.

Pero vamos a otro texto bíblico para ver un ejemplo contrario: Hechos 19:17-20

17 Y esto fue notorio a todos los que habitaban en Efeso, así judíos como griegos; y tuvieron temor todos ellos, y era magnificado el nombre del Señor Jesús.
18 Y muchos de los que habían creído venían, confesando y dando cuenta de sus hechos.
19 Asimismo muchos de los que habían practicado la magia trajeron los libros y los quemaron delante de todos; y hecha la cuenta de su precio, hallaron que era cincuenta mil piezas de plata.
20 Así crecía y prevalecía poderosamente la palabra del Señor.

Hechos 19:17-20

Los ocultistas (hechiceros) efesios confirmaron la realidad de su conversión y transformación espiritual por medio del desapego a lo que antes consideraban valioso al quemar sus libros de magia.

De esta manera hermanos, cuando ponemos los ojos en Cristo y no en la riquezas, crece y prevalece la palabra del Señor. (Hechos 19:20)

10.2. La codicia y la avaricia 


10.2.1. La Codicia


La codicia5 es el apetito, deseo o afán desmedido y desordenado de riquezas, placeres o de posesiones las cuales suelen ser ajenas.

Pocos pecados se describen como más horribles o se condenan más claramente en las Escrituras que el pecado de la codicia (Salmos 10:3; Eclesiastés 5:10-14; Miqueas 2:1-3; 1 Timoteo 6:7-10 y 2 Pedro 2:13-15).

10 El que ama el dinero, no se saciará de dinero; y el que ama el mucho tener, no sacará fruto. También esto es vanidad. 
Eclesiastés 5:10

1  !!Ay de los que en sus camas piensan iniquidad y maquinan el mal, y cuando llega la mañana lo ejecutan, porque tienen en su mano el poder!
2 Codician las heredades, y las roban; y casas, y las toman; oprimen al hombre y a su casa, al hombre y a su heredad.
3 Por tanto, así ha dicho Jehová: He aquí, yo pienso contra esta familia un mal del cual no sacaréis vuestros cuellos, ni andaréis erguidos; porque el tiempo será malo. 
Miqueas 2:1-3

En 2 Pedro 2 el apóstol habla de falsos profetas y falsos maestros, que tienen una característica que siempre los acompaña: la codicia

13 recibiendo el galardón de su injusticia, ya que tienen por delicia el gozar de deleites cada día. Estos son inmundicias y manchas, quienes aun mientras comen con vosotros, se recrean en sus errores.
14 Tienen los ojos llenos de adulterio, no se sacian de pecar, seducen a las almas inconstantes, tienen el corazón habituado a la codicia, y son hijos de maldición.
15 Han dejado el camino recto, y se han extraviado siguiendo el camino de Balaam hijo de Beor, el cual amó el premio de la maldad,…
2 Pedro 2:13-15

Un autor puritano resumió los objetos de codicia bajo tres encabezados: Placer, ganancias y promociones, (escalar laboral, social o económicamente). Algunas personas codician a otras personas y si no codician a las personas mismas, codician sus logros, su posición o sus dones y habilidades.

17 No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo. 
Exodo 20:17

El punto es que el último mandamiento expone un pecado primeramente contra Dios. Él aborrece la codicia porque es un acto de idolatría a lo material y coloca las cosas temporales al nivel de las cosas eternas y, aún, por encima de ellas.

El codicioso con sus actitudes dice: Dios no me da todo lo que yo necesito, y vive ansioso tratando de tener más, como si el Señor se equivocara en eso. 

Además la codicia convierte al hombre en un idólatra porque reduce todas las cosas al nivel más bajo de existencia y lo conduce a pensar que todos sus recursos están en este mundo y que todas sus esperanzas y sus motivos para vivir están anclados aquí y apartan su mirada de Dios y la ponen en las cosas materiales.

Igualmente, al compararlo con la idolatría, expresa el egocentrismo (amadores de si mismos, es decir avaros según 2 Timoteo 3:2) como algo perjudicial contra el prójimo.

Este pecado atenta contra el prójimo porque nos conduce a fijarnos, no en su bienestar, sino en sus pertenencias, sus ventajas y sus beneficios. La persona codiciosa o avara no puede mirar a los demás sin fijarse en lo que posee y todo cae bajo su observación y crítica. Tal persona siempre estará comparándose con los demás y dejará de tomarles como personas para considerarles como el objeto de su envidia y codicia.

8 No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley.
9 Porque: No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
10 El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor.
Romanos 13:8-10

El codicioso estará siempre celoso y envidioso de la prosperidad de otros y el hecho de que otros tengan más que él, será un golpe para su orgullo, su propia estima y su valor personal. Será incapaz de ser un amigo de verdad, de sacrificarse por otro y de buscar el bien del prójimo.

“Porque el malo se jacta del deseo de su alma,
Bendice al codicioso, y desprecia a Jehová”
Salmo 10:3

De hecho, Pablo nos amonesta como creyentes, a ni siquiera juntarnos con aquellos que, llamándose hermanos, practiquen la avaricia:

11Más bien os escribí que no os juntéis con ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra,... con el tal ni aun comáis”.
1 Corintios 5:11

La codicia no es un pecado nuevo y no fue ajeno a los puritanos. “William Perkins, en un sermón basado en Mateo 6:19-20, señala a su parecer lo que Cristo nuestro Señor prohíbe: “Las formas como se practica la codicia tienen que ver primero con la búsqueda de las riquezas mundanas, cuando los hombres no se guardan con medida y moderación”... el puritano consecuente miraba de reojo todo tipo de lujo y extravagancia; no importaba la forma que tomara ya fuera una casa, la ropa [incluidos los accesorios y adornos], la recreación o aún la propia comida” (Cely Q., 2012, 143-144).

Cristo en la parábola del Sembrador habla del “afán de este siglo y el engaño de las riquezas”, es decir la codicia, este es un poder que ahoga la Palabra y la hace infructuosa, pues el corazón humano está lleno de las cosas de este mundo. (Mateo 13:22). El fuerte deseo y la atracción hacia las cosas del mundo se convierte en un poder incontrolable sobre el ser humano.

Muchos tienen éxito en aventuras económicas de alto riesgo, lo que hace que cada vez tomen más riesgos en este tipo de inversiones. En ese ambiente de buscar negocios que dan ganancias espectaculares, sus valores se invierten y, generalmente, terminan en resultados adversos cuando la codicia los domina, ya sea porque todo se derrumba y quedan endeudados o porque cada vez son más tentados por el deseo de participar en ese tipo de aventuras sin medir las consecuencias. La Palabra advierte constantemente sobre esto:

El que se afana o se obsesiona por hacerse rico, verá volar sus riquezas.

4No te afanes por hacerte rico; sé prudente, y desiste.
5¿Has de poner tus ojos en las riquezas, siendo ningunas?
Porque se harán alas como alas de águila, y volarán al cielo”.
Proverbios 23:4-5

Pongan atención a esta frase hermanos: No pongas tus ojos en las riquezas, pues no son nada…Realmente no debemos acumular bienes materiales en esta tierra, pues no son nada, algún día perecerán y nosotros dejaremos esta tierra y nada nos llevaremos, por eso lo sabio es hacer Tesoros en el Cielo, donde tenemos la seguridad eterna.

Pero aún, si llega a adquirirlas de prisa, Dios no las bendice.

20El hombre de verdad tendrá muchas bendiciones;
mas el que se apresura a enriquecerse no será sin culpa”.
Proverbios 28:20

Es más, Dios garantiza pobreza al que se apresura alocadamente a hacerse rico.

5Los pensamientos del diligente ciertamente tienden a la abundancia;  
más todo el que se apresura alocadamente (el codicioso), de cierto va a la pobreza”.
Proverbios 21:5

10.2.2. La avaricia


Aunque muy relacionada con la codicia, la avaricia, por su parte, es una inclinación o deseo desordenado de obtener riquezas con el fin de retenerlas y atesorarlas. Una de las razones para esta actitud puede ser la falsa sensación de seguridad que el dinero le brinda. 

La parábola del rico insensato describe a un hombre que llegó a tener muchas riquezas, pero su egoísmo y su visión centrada en el propio yo, lo llevó a una vida de avaricia, de retener y no compartir. Pero al morir, ¿se llevará lo que acumuló? Leamos Lucas 12:13-21:

13Le dijo uno de la multitud: 
Maestro, di a mi hermano que parta conmigo la herencia.
14Mas él le dijo:
Hombre, ¿quién me ha puesto sobre vosotros como juez o partidor?
15Y les dijo: Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del
hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee.
16También les refirió una parábola, diciendo:
La heredad de un hombre rico había producido mucho.
17Y él pensaba dentro de sí, diciendo:
¿Qué haré, porque no tengo dónde guardar mis frutos?
18Y dijo: Esto haré: derribaré mis graneros, y los edificaré mayores,
y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes;
19y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate.
20Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será?
21Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios”.
Lucas 12:13-21

Se advierte en esta conducta del avaro que sus objetivos principales son terrenales: “repósate, come, bebe, regocíjate”, muy similar a lo que leímos en 2 Pedro 2 acerca del carácter de los falsos profetas, pues ellos “tienen por delicia el gozar de deleites cada día”

Por eso el Señor nos mandó explícitamente a guardarnos de toda avaricia.

22Se apresura a ser rico el avaro, 
y no sabe que le ha de venir pobreza”.
Proverbios 28:22

13“Ningún siervo puede servir a dos señores; 
porque o aborrecerá al uno y amará al otro,
o estimará al uno y menospreciará al otro. 
No podéis servir a Dios y a las riquezas.
14Y oían también todas estas cosas los fariseos, 
que eran avaros, y se burlaban de él.
15Entonces les dijo: 
Vosotros sois los que os justificáis a vosotros mismos delante de los hombres;
 mas Dios conoce vuestros corazones; 
porque lo que los hombres tienen por sublime, 
delante de Dios es abominación”.
Lucas 16:13-15

Incluso, el apóstol Pablo, comparó en más de una ocasión, la avaricia con la idolatría.

5Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros:
fornicación, impureza, pasiones desordenadas,
malos deseos y avaricia, que es idolatría;…”.
Colosenses 3:5

5Porque sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo,
o avaro, que es idólatra,
tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios”.
Efesios 5:5

Por favor note que estos pecados son inherentes a una persona cuyos objetivos son los deleites mundanos y por lo tanto no tiene sus ojos puestos en Jesús.

Es importante aclarar de nuevo que la Biblia no prohíbe tener bienes y posesiones, de hecho, tanto el octavo mandamiento, “no robarás”, como el décimo, dan por sentado que los hombres poseen cosas materiales en este mundo (Aprobación de la “Propiedad privada”). También que un sano deseo de progreso es consentido por las Escrituras, guardando los límites razonables que ella expone cuando nos exhorta a no afanarnos ni obsesionarnos con conseguir o acumular riquezas.

Los tesoros terrenales no se refieren necesariamente al dinero, lo incluyen, pero van más allá de ello. Es todo lo que los hombres consideran de gran o mayor valor. Por esto, afectan nuestra perspectiva y dominan el corazón. Aquellos que buscan su felicidad en los tesoros terrenales pronto llegan a amarlos y terminan esclavizados por el dios de las riquezas y este amor termina convirtiéndose en la raíz de toda maldad en ellos. (1 Timoteo 6:10)

Los pecados de la codicia y la avaricia se cometen más a nivel mental que físicamente hablando. Este pecado no es siempre visible, con frecuencia, es un pecado oculto o encubierto que se esconde detrás de varios pretextos y excusas que parecen razonables. Debido a la naturaleza sutil de este pecado, uno puede estar viviendo una orgía de codicia sin que nadie lo note, pero Dios si lo ve porque Él conoce lo más oculto de nuestro corazón y, tarde o temprano, saldrá a la luz.

10.3. El materialismo 


A menudo, los creyentes intentamos mantener nuestro pie en el cielo y, al mismo tiempo, servirle al dinero y a las cosas materiales. El cristianismo actual enfatiza, por medio de sus predicaciones, una "teología del bienestar individualizado", pero en realidad, es imposible cumplir con los valores materialistas del mundo y tener la libertad de obedecerle a Dios.

El mundo dice que el hombre se mide por las cosas que tiene, pero Dios no mira lo exterior, sino lo interior. El mundo nos llama a amar las cosas y a usar a las personas, en lugar de amar a Dios y a las personas (en ese orden) y a usar las cosas, que es lo que el Señor nos llama a hacer.

13Ningún siervo puede servir a dos señores;
porque o aborrecerá al uno y amará al otro,
o estimará al uno y menospreciará al otro.
No podéis servir a Dios y a las riquezas”.
Lucas 16:13

La lucha contra el materialismo es constante. Aún hoy, muchas congregaciones contemporáneas sufren de este mal porque gran parte de sus miembros son iguales al rico insensato de Lucas 12, pues el cristianismo de nuestros días, no está dispuesto a humillarse y a ser la escoria del mundo como nos insta a ser Pablo en 1 Corintios 4:13.

Contrariamente, dos de las consecuencias más funestas de este materialismo son: La ostentación o deseo exorbitante por mostrar sus adquisiciones, y el orgullo (Oseas 12:8).

Pero si hay algún relato bíblico que ilustre con mayor fuerza lo que es el apego, la codicia, la avaricia y el materialismo juntos, y los pecados de mentira y engaño que estos producen, en su grado más triste, es la historia de Ananías y Safira en Hechos 5:1-11.

Los frutos del amor al dinero mencionados, son las mayores evidencias del egoísmo que reina en el corazón humano caído y, aún, en muchos creyentes cuando no tienen una perspectiva correcta, es decir, desde las Sagradas Escrituras acerca de las riquezas, los bienes y el dinero.

El amor a sí mismo o el egoísmo en un hombre es uno de los pecados más peligrosos y destructores del alma. 

En primer lugar porque puede disfrazarse fácil y sutilmente bajo una disposición complaciente y bondadosa, bajo el amor a la alabanza o en un ascetismo farisaico y un espíritu afectado de abnegación.

En segundo lugar porque, generalmente, es una conducta pecaminosa más relacionada con la omisión que con el hacer.

42Porque tuve hambre, y no me disteis de comer;
tuve sed, y no me disteis de beber;
43fui forastero, y no me recogisteis;
estuve desnudo, y no me cubristeis;
enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis”.
Mateo 25:42-43

Y tercero, porque es una plaga de estos últimos tiempos. Dudamos que haya habido nunca más necesidad de advertir contra el egoísmo que en estos días.

1También debes saber esto:
que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos.
2Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros,
[…], amadores de los deleites más que de Dios,
5que tendrán apariencia de piedad,
pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita”.
2 Timoteo 3:1-2, 4-5


No ha habido un tiempo en que una generación tuviera tanta comodidad, facilidad de adquisición y buenas cosas temporales como hoy. Sin embargo, existe una completa desproporción entre lo que los hombres gastan en sí mismos y lo que dedican a apoyar el reino de Dios en la tierra.

¿Apoya usted decididamente a la iglesia con su tiempo, sus dones y sus finanzas? O solo va a la iglesia a oír un poquito de la Palabra del Señor cada domingo y con eso cree que es suficiente… Si usted actúa así le digo que usted es simplemente un simpatizante del Cristianismo, pero en realidad no pertenece a la iglesia del Señor, pues no está comprometido con el avance del Reino aquí en la tierra. Por favor evalúese, todavía está a tiempo de arrepentirse y ser parte de la iglesia del Señor.

Quizás podamos adoptar la oración de Agur como nuestro "escrito está" en la batalla contra el amor al dinero:

7Dos cosas te he demandado; no me las niegues antes que muera:
8Vanidad y palabra mentirosa aparta de mí;
no me des pobreza ni riquezas; mantenme del pan necesario;
9no sea que me sacie, y te niegue, y diga:
¿Quién es Jehová? o que siendo pobre, hurte,
y blasfeme el nombre de mi Dios”.
Proverbios 30:7-9

Como cristianos, debemos auto examinarnos frecuentemente: ¿Para quién vivimos?, ¿para Cristo o para nosotros mismos?, ¿cuál es la gran finalidad, la gran meta, el gran objetivo y el principio rector de nuestra vida? No debemos encontrar una respuesta diferente a la del apóstol Pablo:

15y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí,
sino para aquel que murió y resucitó por ellos”.
2 Corintios 5:15

¿Usted para quien vive?… 

Parafraseando a J.C Ryle, nada logrará cortar de raíz el egoísmo y el amor a sí mismo, sino el conocimiento experimental del amor redentor de Cristo […] y la desdicha y la culpa del propio estado natural; probar el poder de la sangre expiatoria de Cristo rociada en nuestra conciencia y sanándonos, debemos gustar de la dulzura de la paz con Dios por medio de Jesús y sentir el amor de un Padre reconciliado, derramado en nuestro propio corazón por el Espíritu Santo. Entonces, conociendo la inmensidad de la deuda con Cristo, sentiremos que nada es demasiado grande y costoso para dárselo a Él. Entonces se deleitará en darse a sí mismo a Cristo y entregar todo lo que tiene a su servicio. Vivirá para Él, no para obtener seguridad, sino porque ya lo está; y trabajará para Él, no a fin de tener vida y paz, sino porque ya las tiene (Ryle, 2012, 370).

Una última consideración. Debemos reconocer que la Biblia habla de dos fuentes de dinero y riquezas: Deuteronomio 8:18 dice que es Dios quien da poder para obtener riquezas y en Lucas 4:8 encontramos que el diablo tiene poder para dar riquezas a las personas que le sirven, tanto que le ofreció a Jesús los reinos del mundo. Si no tuviera ese poder no hubiera sido realmente una tentación. Así que es necesario discernir el origen de las riquezas. Una buena manera es saber que,

22La bendición de Jehová es la que enriquece,
y no añade tristeza con ella”.
Proverbios 10:22

10.4. Consecuencias del amor al dinero


7 porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar.
8 Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto.
9 Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición;
10 porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores.
1 Timoteo 6:7-10

Caemos en tentación y descuidamos lo más importante, pues raíz de todos los males es el amor al dinero, esto nos lleva a sufrir muchos dolores y a la destrucción y perdición del hombre, igual que los falsos profetas y maestros de los cuales leímos en 2 Pedro 2, los que aman el dinero están condenados a la destrucción.

Lo peor es que los que tienen el dinero como su fortaleza o protección, viven en una ilusión, pues como dice la Biblia:

5 ¿Has de poner tus ojos en las riquezas, siendo ningunas? Porque se harán alas Como alas de águila, y volarán al cielo. 
Proverbios 23:5

O leamos otra cita de proverbios en el capítulo 18:11.

11 Las riquezas del rico son su ciudad fortificada,
Y como un muro alto en su imaginación.
Proverbios 18:11

¿Vas a seguir viviendo una vida sin sentido detrás de la ilusión del dinero? 

Atención, pues no estoy diciendo que no es necesario, y que lo despreciemos, lo que digo es que lo pongamos en el lugar que le corresponde como una herramienta para el intercambio de bienes y servicios, no para poner nuestra confianza en el.

10.5. Aplicaciones


A. En oración detectar por medio de un análisis sincero si estamos cometiendo alguno de estos pecados: Apego, codicia, avaricia o materialismo.

Esto lo podemos revisar con la Palabra, ¿Somos como los falsos profetas que denuncio el apóstol Pedro? ya que tienen por delicia el gozar de deleites cada día. No se trata de no disfrutar de la gracia y la misericordia del Señor diariamente, sino en poner los deleites materiales al mismo nivel de las cosas eternas y aun por encima de ellas.

B. Confesar y arrepentirnos sinceramente ante el Señor de nuestros pecados, incluidos los antes mencionados y pedirle que nos limpie de ellos.

C. Establecer señales de alarma que nos avisen cuando existan tentaciones que nos lleven a cometer estos pecados.

Por ejemplo: ¿Estás poniendo tus pensamientos en las cosas terrenales? Si la mayor parte de tu tiempo estás pensando en dinero, en deleites materiales, en diversiones, y no le dedicas tiempo a lo espiritual, estás en grave peligro, pues recuerda: 21Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón. Mateo 6:21

D. Finalmente entender con claridad que nada es nuestro, todo lo que hay en el universo es de Dios, El es el dueño de todo, y como mayordomos de las riquezas de Cristo cada decisión financiera que debemos tomar, se convierte en una decisión espiritual. Cuando debo tomar una de estas decisiones debo pensar antes: ¿Como beneficia o perjudica mi decisión el avance del Reino del Señor?

Recordemos:

8 Mía es la plata, y mío es el oro, dice Jehová de los ejércitos. 
Hageo 2:8

Fin.



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