4. Perspectivas acerca de las finanzas:

Pobreza vs. Prosperidad

7Jehová empobrece, y él enriquece; abate, y enaltece”. 1 Samuel 2:7

Una vez entendido que vivimos en un contexto histórico irracional llamado posmodernidad, el cual trae muchos desafíos al creyente, vemos la necesidad de limpiar nuestra mente y corazón, cosa que sólo podemos hacer por medio de la palabra de Dios, la cual nos lleva a retornar a los orígenes bíblicos de las iglesias primitivas, es decir, a la iglesia histórica, que fundamentó su fe en las 5 Solas de la Reforma Protestante del siglo 16: 1. Sola Escritura, 2. Sola fe, 3. Sola Gracia, 4. Solo Cristo, 5. Solo para la Gloria de Dios.

Lamentablemente, en los creyentes de hoy, cada vez son menos los que comprenden el concepto de recompensa eterna, aunque Jesucristo explicó en sus enseñanzas (Lucas 16:19-31) que nuestra posición en el reino de Dios “será inversamente proporcional a la manera en que nos gratifiquemos en esta vida” (Burkett[1], 1996, 51). Leamos una porción de la parábola del rico y Lázaro.

22 Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado. 23 Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. 24 Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama. 25 Pero Abraham le dijo: Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora este es consolado aquí, y tú atormentado”. Lucas 16:22-25.

Haciendo una correcta lectura y un análisis del texto, podemos afirmar que nuestro Señor no dice que la riqueza sea mala y la pobreza buena, y que por eso el rico estaba en el infierno y el pobre en el cielo… ¡No! El mensaje es claro, el rico escogió gratificarse en vida y se olvidó de la recompensa eterna. En otras palabras tenía sus tesoros en la tierra, en donde la polilla y el orín corrompen y los ladrones minan y hurtan, en vez de hacer tesoros en el cielo.

A. Teología de la prosperidad vs.Teología de la pobreza

Así, el hecho de que pocos entiendan el concepto de recompensa eterna, ha generado un desequilibrio en el tema de la mayordomía, poniendo dos cosmovisiones o teologías en puntos opuestos: La teología de la pobreza vs. La teología de la prosperidad.

Aunque llamadas así, es importante anotar que la palabra teología significa conocimiento acerca de Dios. Por esta razón, usaremos mejor el concepto de doctrina[2] de la pobreza y doctrina de la prosperidad.

I. Doctrina de la pobreza

Durante mucho tiempo se predicó lo que hemos conocido como doctrina de la pobreza. Especialmente por los católicos romanos en Latinoamérica, esta cosmovisión en el área de las finanzas ha estado muy arraigada. Estas ideas están fundamentadas en que para seguir a Jesús, un creyente debe prescindir de todo lo material y vivir en la pobreza, basado en el argumento erróneo de que Jesús era pobre y que, por lo tanto, los cristianos deben serlo también.

Pobreza significa “falta, necesidad, que no se tiene lo necesario para vivir”. El concepto de miseria está íntimamente ligado con el de pobreza, podría decirse que son sinónimos, pues miseria significa “desgracia, infortunio, estrechez, falta de lo necesario para el sustento”. También es importante aclarar que la pobreza o la miseria pueden ser físicas o mentales, de acuerdo con el otro significado de miserable: “Aquel, que teniendo lo suficiente, da lo menos posible”, así que alguien que esté en abundancia, puede llegar a ser miserable.

También podemos decir que la pobreza o miseria pueden identificarse como un yugo susceptible de ser transmitido de generación a generación cuando se enseña y se exalta esta condición, no como una maldición generacional, sino cuando algunas personas consideran la pobreza como su gran patrimonio y piensan que su nivel de espiritualidad aumenta si son pobres. Incluso, han catalogado a los ricos como malos y a los pobres como buenos.

Los que viven según esta forma de pensar se escudan en la pobreza o miseria para vivir amargados y le transmiten a sus descendientes la idea de que son pobres, que ese es su destino y que no hay nada que hacer al respecto, generando una red de mentiras que ciegan a las personas y las mantienen bajo este yugo, tanto en el ámbito personal como cultural.

La miseria, o pobreza total, se ha convertido en un asunto polémico, puesto que algunos líderes espirituales han considerado la pobreza como una maldición. Sobre este asunto hay bastante que decir, pero los creyentes debemos ver la Soberanía de Dios por encima de cualquier posición. No hay un tema donde sea más evidente la relación intrínseca en la Doctrina de la Soberanía de Dios y la Responsabilidad del hombre como en éste de la mayordomía bíblica. Usted no debe olvidar esto en el asunto que trataremos. Recuerde:

7Jehová empobrece, y él enriquece; abate, y enaltece”. 1 Samuel 2:7 

Aunque Dios creó un mundo de abundancia y bendición, es cierto que en Deuteronomio 28:48, la Palabra dice que el hambre, la sed, la desnudez y la falta de todas las cosas, en resumen, la pobreza o miseria vienen como maldición, es decir, como consecuencia de la desobediencia a los estatutos divinos y que el hombre las trajo a su vida a causa de su rebelión contra el Creador luego de la Caída. Aún así, la experiencia nos ha mostrado que son miles los impíos que viven en abundancia.

Así que, en cuanto a los incrédulos, Dios puede usar la pobreza como consecuencia, castigo o maldición por su naturaleza pecaminosa, según su propósito; pero también puede enriquecerlos para juicio, “porque es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios”. (Lucas 18:25), por eso podemos afirmar que ni la riqueza, ni la pobreza son signos del favor de Dios.

Pero, en cuanto al creyente regenerado, es de radical importancia aclarar que pobreza o miseria es algo diferente a la escasez, que significa “poca cantidad de una cosa”. Este último término, tiene que ver con circunstancias en las que no hay abundancia, pero sí lo necesario para sobrevivir, de manera que las necesidades básicas para vivir, que según la Biblia son alimento y abrigo, están cubiertas, pues al leer Mateo 6:25-34, observamos la promesa de Dios de suplir estas necesidades a sus hijos. Él nos exhorta:

31No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos?

32 Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas”.  Mateo 6:31-32 

Tenemos que creer en esta promesa de Dios de suplirnos lo básico y confiar en su Soberanía para darnos más, si fuere su voluntad. Así que, según la Biblia, no podemos llamar pobre a alguien que tiene estas dos necesidades básicas en su vida, cubiertas por la fidelidad de Dios.

Si sólo se tienen estas dos cosas, y de manera limitada, podríamos hablar de escasez, pero debemos entender las razones de ésta cuando la encontramos en los hijos de Dios, la cual puede venir por nuestra mala administración, o si proviene de Dios, puede ser un medio para enseñarnos a administrar lo poco y ser puestos luego sobre lo mucho (Mateo 25:21) o para estar en contentamiento con lo básico que Dios ha prometido a sus hijos (Hebreos 13:5), entre otras razones.

6Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento; 7porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar.8Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto”. 1 Timoteo 6:6-8 

Aunque no podemos separar la Soberanía de Dios de la responsabilidad del hombre, es conveniente aclarar que, en su Soberanía, Dios puede permitir la pobreza literal en los creyentes, es decir, llegar a no tener ni lo básico (alimento y abrigo), ya sea por disciplina formativa, esto es, para fortalecer y transformar el carácter, y no como una señal indiscutible de la ira de Dios sobre alguien, pues a veces, constituye una bendición inesperada cuando sirve para desapegar al hombre del mundo o le enseña a poner su corazón en las cosas de arriba.

Por la Soberanía de Dios y el estado caído del hombre y la creación, vemos cómo se dan circunstancias especiales como las calamidades naturales o la enfermedad, e incluso, la persecución, pero, por más difíciles que sean, éstas pueden servir al propósito de Dios, tanto para confiar en la provisión y protección del Señor, si estamos pasando por dichas circunstancias, o para ser muy generosos con aquellos que puedan estar pasando por estas situaciones.

O también puede ser por disciplina correctiva, al mostrarle cómo está su corazón cuando ha transgredido sus estatutos, pero ésta ha de ser sólo por un tiempo, mientras rinde sus debidos frutos y hace a los santos fructíferos.

17He aquí, bienaventurado es el hombre a quien Dios corrige; por tanto, no menospreciéis la corrección del Todopoderoso”. Job 5:17 [VRV 1977] 

6Porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo. 7Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? 8Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos. 9Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos? 10Y aquéllos, ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía,  pero éste para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad. 11Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados”.  Hebreos 12:6-11 

A través de la experiencia adquirida mediante los cursos y las consejerías de finanzas bíblicas compartidas, hemos llegado a la conclusión que, tanto la pobreza de los incrédulos como la escasez (y en ocasiones, la pobreza literal) de los creyentes, viene casi generalmente, por una mala administración financiera causada por la ignorancia y la desobediencia de los estatutos de Dios en relación a este tema. Por esto, si estamos en una de las situaciones mencionadas, debemos analizar concienzudamente y en oración, como estamos frente a los estatutos de Dios.

Sin embargo es necesario hacer un paréntesis, pues entre las múltiples causas de la pobreza, y como mencionamos arriba, existe una que afecta directamente a los cristianos y es la persecución debido a la fe en Cristo; tanto hoy como en la antigüedad encontramos ejemplos de hermanos piadosos que han sido despojados de todo, menos de la fe en nuestro Salvador. Al parecer este es el caso de los creyentes del siglo 1 que vivían en Esmirna, quienes recibieron la carta del apóstol Juan que está escrita en Apocalipsis 2:8-11.

9 Yo conozco tus obras, y tu tribulación, y tu pobreza (pero tú eres rico). Apocalipsis 2:9

Según leemos en el texto los creyentes de Esmirna fueron sometidos a tribulación, es muy probable que el apóstol Juan se refiera a persecución y confiscación de sus bienes, de tal manera que muchos de ellos perdieron sus propiedades, sus negocios y sus herramientas de trabajo, y por eso no podían comprar, ni vender, y eso los llevó no solo a la pobreza, al hambre y a la prisión, sino que muchas veces fueron condenados a muerte por medio de las fieras o la hoguera, como lo fue Policarpo de Esmirna[3]; esta pobreza extrema se escribe en griego con la palabra ptojeía πτωχεία y significa literalmente ese estado miserable en el cual se carece de todo lo mínimo básico, esta es la misma palabra que aparece en 2 Corintios 8:2.

Pero en Deuteronomio 15:4-10 se usa palabra hebrea ebión אֶבְיוֹן, que significa pobre, mendigo, necesitado, en dicho texto, Dios le dice a su pueblo Israel que si siguen sus mandamientos claramente explicadas en los versos 1 al 3, no habrá mendigos en medio de ellos, la Biblia Nueva Versión Internacional, presenta más claramente esta idea: entre ustedes “no debe” haber pobres (pobreza literal) y esto se puede aplicar a la Iglesia de Cristo, que hoy es el pueblo de Dios.

4Entre ustedes no deberá haber pobres, porque el Señor tu Dios te colmará de bendiciones en la tierra que él mismo te da para que la poseas como herencia. 5Y así será, siempre y cuando obedezcas al Señor tu Dios y cumplas fielmente todos estos mandamientos que hoy te ordeno”.  Deuteronomio 15:4-5 [NVI] 

¿Se ha preguntado que quiso decir Dios en este pasaje? Dios prometió a Israel que si obedecían sus mandatos, les daría bendición. ¿Cual era su mandato? Fidelidad y Amor.

• Primeramente fidelidad, en el sentido de que sus hijos (su pueblo) debemos ser fieles administradores de lo que Dios nos ha encargado y esto implica no actuar en contra de una correcta mayordomía bíblica y ser obedientes, ordenados y honestos en el manejo de las finanzas, sean pocas o muchas.

   Y, en segundo lugar amor, eso significa que nuestra hermandad tiene que ser tal, que si alguno de nuestros hermanos en Cristo está en dificultades, estamos en la amorosa obligación de ayudarlo como hicieron con los hermanos de la iglesia primitiva de Jerusalén, no de un modo socialista como algunos han interpretado, sino sabiendo que Dios es el dueño de todo y que sus recursos deben estar disponibles para los más necesitados, como leemos en Hechos 4:32-35, cuando los hermanos de la naciente iglesia en Jerusalén compartían todo entre todos, pero más tarde, cuando lo habían dado ya todo valientemente, “el apóstol Pablo y otros comenzaron a verlos, no como aquellos que podían seguir dando, sino como aquellos quienes necesitaban de modo urgente la ayuda de otros creyentes” (MacArthur, 2005, 88). Momento en el cual los hermanos de las iglesias de Asia, ofrendaron abundantemente para suplir la escasez que había entre los hermanos de Jerusalén.

Si había fidelidad y amor, el resultado sería que no habría necesitados, es decir, por tales razones no “deberán haber pobres” y menos en el pueblo de Dios, pero por corazones endurecidos y desobedientes, los habían, los hay hoy y los habrá siempre (pobreza, no escasez, sino pobreza literal - Salmos 9:9 y Proverbios 22:2). Pero la insistencia de Dios es que seamos generosos para cubrir las necesidades básicas de nuestros hermanos y podamos ser usados por las manos de Dios para cumplir su promesa.

7 Cuando haya en medio de ti menesteroso de alguno de tus hermanos en alguna de tus ciudades, en la tierra que Jehová tu Dios te da, no endurecerás tu corazón, ni cerrarás tu mano contra tu hermano pobre8 sino abrirás a él tu mano liberalmente, y en efecto le prestarás lo que necesite. 9 Guárdate de tener en tu corazón pensamiento perverso, diciendo: Cerca está el año séptimo, el de la remisión, y mires con malos ojos a tu hermano menesteroso para no darle; porque él podrá clamar contra ti a Jehová, y se te contará por pecado. 10 Sin falta le darás, y no serás de mezquino corazón cuando le des; porque por ello te bendecirá Jehová tu Dios en todos tus hechos, y en todo lo que emprendas.

Deuteronomio 15:7-10 

11  Porque no faltarán menesterosos en medio de la tierra; por eso yo te mando, diciendo: Abrirás tu mano a tu hermano, al pobre y al menesteroso en tu tierra”.

Deuteronomio 15:11 

11Porque siempre tendréis pobres con vosotros,...”. Mateo 26:11a [Marcos 14:7]

Aunque es una realidad, la Biblia nunca exalta la pobreza como una virtud o algo agradable a Dios, esto lo sabemos porque la doctrina de la pobreza no tiene fundamentos bíblicos, sino que en realidad establece lo contrario. Recordemos que cada séptimo año disponía de un año de remisión, de tal manera que este fuera un alivio para evitar que los que vivían en escasez cayeran en la pobreza. Este era el mismo año en que la tierra debía dejar de ser cultivada, por lo tanto los siervos eran despedidos y como un acto de gracia, los que habían pedido dinero prestado eran librados de la responsabilidad de pagar, porque al no haber cosechado ese año, no se podía esperar que los israelitas pagaran sus deudas, sin embargo, si tenían capacidad de pago, debían hacerlo, pero el acreedor no podía recuperar el dinero por vías legales. Esta remisión de deudas sólo aplicaba cuando el dinero prestado era para la subsistencia de su familia y, como dije antes, era para evitar que cayeran en la pobreza, lo que los podría llevar a la necesidad de buscar alivio en otras naciones, cosa que podría ser una tentación para olvidarse del Dios de sus padres.

Por eso es claro que esto es más que una simple política económica de Dios para cuidar a su pueblo. El año sabático, era el año de la liberación del Señor, este era el año de Dios para su tierra, así como el Sabbath es el Día de reposo de Dios para sus siervos, que incluye el descanso de la tierra, y la liberación de las deudas, este era un año muy especial pues al no haber cosechas, el Señor les enseñaría a depender de su Providencia. Este año tipificaba la gracia del evangelio, en el cual se proclamaba el año agradable al Señor, y por el cual Dios perdona nuestros pecados, y nos enseña a perdonar a quienes nos ofenden, de la misma manera que esperamos ser perdonados por Dios. Además la remisión de las deudas tenía por objetivo preservar la reputación de Dios, al mantener a su pueblo alejado de la pobreza.

Por otro lado el Señor promete una recompensa a quienes hayan perdido cosas materiales a causa de sus deudores, 4 porque Jehová te bendecirá con abundancia en la tierra que Jehová tu Dios te da por heredad para que la tomes en posesión, 5 si escuchares fielmente la voz de Jehová tu Dios, para guardar y cumplir todos estos mandamientos que yo te ordeno hoy”. Deuteronomio 15:4-5.

Es imperdonable que si Dios le ha dado a alguien en abundancia, de modo que tenga de sobra, no supla las necesidades de sus hermanos en escasez, pues es necesario que haya 14 …igualdad, [para que] la abundancia vuestra supla la escasez de ellos, para que también la abundancia de ellos supla la necesidad vuestra, para que haya igualdad” (2 Corintios 8:14).

Debemos ver que Dios hace uso de sus atributos de Amo y Señor de esta tierra y ordena a sus mayordomos como deben actuar en determinadas ocasiones, pues Él es el dueño de todo.

La Biblia es clara al demostrar que el Señor tiene misericordia de los que viven en escasez y aflicción, y por eso mismo enseña a los creyentes que debemos actuar como Él lo hizo, hasta el punto que dice que lo que hagan con el necesitado es como si lo hicieran con Él mismo (Mateo 25:35-40). Una clara muestra de que la pobreza no es algo que agrada al Señor, es como se habla del rey Josías en Jeremías 22:16: “Él juzgó la causa del afligido y del menesteroso, y entonces estuvo bien. ¿No es esto conocerme a mí? dice Jehová”. Y además vemos como Moisés enseñó al pueblo de Dios a auxiliar al necesitado: “Sin falta le darás, y no serás de mezquino corazón cuando le des; porque por ello te bendecirá Jehová tu Dios en todos tus hechos, y en todo lo que emprendas” (Deuteronomio 15:10).

Hermanos, la pobreza no agrada al Señor, pues vemos que hay claras instrucciones para evitar que el pueblo de Dios caiga en este estado.

Los defensores de la doctrina de la pobreza enseñan que una persona rica no puede entrar al reino de los cielos por ser rica y justifican esta idea al citar el pasaje del hombre rico en Mateo 19:23-24; y también Mateo 5:3 y Lucas 18:18-30, pero a la verdad para Dios no hay nada imposible y salva a quien quiere, “pues lo que es imposible para los hombres es posible para Dios” (Lucas 18:27).

23Entonces Jesús dijo a sus discípulos: De cierto os digo, que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos.  24Otra vez os digo, que es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios. 25Sus discípulos, oyendo esto, se asombraron en gran manera, diciendo:  ¿Quién, pues, podrá ser salvo? 26Y mirándolos Jesús, les dijo: Para los hombres esto es imposible;  mas para Dios todo es posible”.

Mateo 19:23-26 

Además, cuando en Mateo 5:3, las Escrituras se refieren a los pobres de espíritu, habla de aquellos que estaban muertos espiritualmente, carentes y necesitados del Espíritu de Dios y han venido a vida eterna por la obra de Jesucristo, no de la pobreza material como requisito para entrar al cielo.

2Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”.

Mateo 5:3 

Estos pasajes han sido malinterpretados y sacados fuera de contexto, pues en el primer caso Jesús apuntaba a una conducta específica del hombre a causa de su naturaleza caída, que era su apego o amor a sus bienes y lo difícil que es para un amador de las riquezas, entrar en el reino de Dios.

Y en verdad, cuando el dinero se convierte en nuestro dueño, nuestra meta, nuestro dios o nuestro objeto de amor, estamos condenados a ser infelices porque nunca tendremos lo suficiente ni estaremos satisfechos, puesto que el dinero jamás sacia a nadie y es una locura pensar que el dinero produce felicidad, dado que cuanto más se tiene, más se gasta, hasta el límite de los ingresos (Eclesiastés 5:10-12 - LBAD).

10El que ama el dinero, no se saciará de dinero; y el que ama el mucho tener, no sacará fruto. También esto es vanidad. 11Cuando aumentan los bienes, también aumentan los que los consumen. ¿Qué bien, pues, tendrá su dueño, sino verlos con sus ojos? 12Dulce es el sueño del trabajador, coma mucho, coma poco; pero al rico no le deja dormir la abundancia”.

Eclesiastés 5:10-12 

Así que el problema es el amor al dinero, no el dinero en sí (1 Timoteo 6:10). El hecho de entender esto, derriba el argumento establecido en el Medioevo, junto con los votos de pobreza y el ascetismo[4], como requisito para heredar el Reino de los cielos.

De hecho, muchos creyentes que exaltan esta doctrina de la pobreza, hacen caso omiso de las necesidades de sus hermanos o desprecian lo material, autodenominándose “pobres”, teniendo lo necesario, y así se espiritualizan pecando por una falsa humildad, menosprecio e ingratitud con Dios, pero precisamente, este tipo de dualismo platónico[5] introducido en la iglesia cristiana desde los albores del cristianismo, es lo que en realidad más daño ha hecho a la causa de Cristo en la tierra; porque el verdadero testimonio del poder del reino de Dios ha quedado eclipsado por aquella interpretación escapista y teología mística(Mario Cely Q.[6], 2012, 139).

Como dice el escritor Mario Cely Q., sería bueno que adoptáramos el espíritu puritano en este sentido. Realmente ellos quisieron hacer de la Iglesia un instrumento perfecto hasta donde fuera posible, con el fin de extender la verdadera espiritualidad del evangelio de Jesucristo, no sólo en la vida de la iglesia local, sino social, en el ámbito político, en el área de la economía y cultura en general.

Vemos que ellos no se sustrajeron a estas realidades terrenas mientras llegaba la hora de partir al cielo y estar con Cristo [...] su batalla era la instauración del señorío de Cristo en todos los órdenes de la vida junto con la eterna verdad del evangelio y sumado a la práctica del mandato cultural(Cely Q., 2012, 160). El término que ellos le asignaron fue: Moderación.

Los que tenemos una vida cimentada en Cristo debemos conocer lo que dicen las Sagradas Escrituras en cuanto a este tema y ponerlo en práctica, es decir, conocer muy bien al Señor y su Palabra, pues la vida del Cristiano es la aplicación práctica de las verdades doctrinales.

II. Doctrina de la prosperidad

Por otro lado, están los que predican una doctrina de la prosperidad con este mensaje: “Bienestar, riqueza y éxito seguro para aquellos que entregan su vida al Señor”. Debido al inmediatismo de los medios de comunicación, este mensaje se ha difundido por todo el mundo con gran rapidez. Vemos a muchos líderes impartiendo un sinnúmero de bendiciones financieras que Dios no ha prometido en su Palabra.
El teólogo Kwabena Asamoah[7] define la doctrina de la prosperidad como “la predicación, la interpretación, la enseñanza de la Palabra de Dios y el Evangelio de Jesucristo nuestro Señor de una manera egoísta que pone su énfasis en el consumismo para sugerir que la posesión de cosas materiales y de la riqueza son los indicadores necesarios del cristianismo en general, y la aprobación de Dios”.

El mensaje de la prosperidad pone al hombre como el centro del Evangelio y de todo, es decir, es antropocentrista, mientras que el verdadero Evangelio tiene como centro al Señor Jesucristo.

Los promotores de la doctrina de la prosperidad se basan en el pasaje del apóstol Juan que le dice a su discípulo: “Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma” (3 Juan 2), en el cual debemos analizar, en primer lugar, que significa “así como prospera tu alma”.

Dios se deleita en la prosperidad de sus hijos, pero no podemos circunscribir esta prosperidad sólo al ámbito material o del dinero. Además, debemos observar que existe una conexión vital en este pasaje, entre el alma y la prosperidad.

Las Escrituras dicen que el alma (encontrado en la Biblia también como corazón o espíritu) es parte del hombre, la cual está formada a su vez, por pensamientos, sentimientos, voluntad e intelecto. Desde el punto de vista de Dios, prosperar en el alma es que toda ella esté bajo la dirección del Espíritu Santo, es decir, alineada a la palabra de Dios, o sea que nuestra manera de pensar, sentir y actuar esté cada vez más en sintonía con nuestro Creador y su propósito para cada uno. Esta prosperidad está ligada a los principios bíblicos:

8Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien”.  Josué 1:8 

Y, en segundo lugar, respecto a 3 Juan 2, lo que en realidad significa la palabra prosperidad desde una perspectiva bíblica. La prosperidad puede ser definida como la suficiencia de provisión de Dios para llevar a cabo sus instrucciones. Él quiere prosperarnos y darnos en abundancia para toda buena obra para propósitos específicos del Reino” (Bienes Riquezas y Dinero de Hill y Pitts[8], 2001, 95). “La prosperidad no es ajena a la Escritura. Dios ha prometido bendecir a su pueblo. Pero el evangelio de la prosperidad distorsiona la bendición al darle el sentido de sólo bendición material, explica Asamoah.

Al Señor le preocupan sus necesidades materiales y [promete suplirlas]... Él no ignora su trabajo industrioso, el ahorro, ni la sabia inversión, pero Él si rechaza aberraciones como el evangelio de la prosperidad y los métodos humanos basados en la acumulación y el acaparamiento” (MacArthur, 2005, 156).

Esta enseñanza promueve que Dios quiere que todos sus seguidores sean ricos y reciban de la vida todo lo mejor aquí, uno de los mayores exponentes de esta tergiversación de las Escrituras es Joel Osteen autor del libro “Su mejor vida ahora”. Los promotores de esta doctrina manifiestan ser capaces de enseñar a las personas (generalmente por una alta remuneración) cómo sintonizarse con la longitud de onda espiritual adecuada o cómo “activar el poder de Dios”, de modo que les entregue todo el dinero y los bienes que se puedan imaginar para satisfacer cada uno de los placeres personales. Esto es claramente una total distorsión de la imagen de Dios y una profunda falta de comprensión de su Soberanía y Majestad (Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites. Santiago 4:3).

“...ser financieramente prósperos no es algo incorrecto. Pero para que esté en el orden correcto y con la bendición de Dios, esa prosperidad debe ser el resultado de haber sido un administrador fiel, aplicando los principios que Dios establece en su Palabra y poniendo a Dios siempre primero en nuestras vidas. Nunca podemos hacer la voluntad de Dios violando la Palabra de Dios” (Su dinero cuenta. Howard Dayton, 2005, 199).

Aunque sabemos que el origen de la doctrina de la prosperidad es la avaricia y la codicia, que, desde la Caída, habita en el corazón del hombre, y podemos rastrear su origen en la historia del cristianismo hasta la familia judía de los saduceos. Según el historiador Flavio Josefo, ellos habrían surgido en la segunda mitad del siglo II a.C., y eran descendientes del sumo sacerdote Sadoc[9], quien ocupó dicho cargo en la época del rey Salomón, siendo este el primer sumo sacerdote de Israel en ministrar en el Primer Templo de Jerusalén.

Los saduceos pertenecían a la clase alta de la sociedad judía y ocupaban importantes cargos políticos y religiosos en Israel. Contrario a lo que profesaban la mayoría de los judios, los saduceos negaban la existencia de espíritus o ángeles, se oponían a la idea de la predestinación, no creían en la inmortalidad del alma, ni en la resurrección de los muertos (Mt. 22:23, Mr. 12:18, Lc 20:27, Hch. 23:8); esta cosmovisión los llevaba irremediablemente a creer que Dios premiaba en vida las buenas acciones de los hombres y que el ser ricos era una demostración del favor del Señor sobre ellos. Algo muy parecido a lo que hoy conocemos como la doctrina de la prosperidad.

Y en la era moderna la degeneración teológica de la doctrina de la prosperidad, en una de sus variantes tomó el nombre de movimiento de fe, el cual se deriva de las teorías de Phineas Quimby[10] (1802-1866) quien fue el creador de una escuela de pensamiento oculista llamado “Nuevo Pensamiento” (New Thought), quien creó muchas de las ideas o conceptos que luego retomaría la doctrina de la prosperidad, entre ellos la confesión positiva, es decir, que si con tu boca confiesas positivamente tus deseos, esos se harán realidad, algo parecido a quienes decretan lo que desean y esperan que se cumpla, y también la idea de la visualización, es decir, cerrar los ojos para visualizar que tus deseos se cumplen. Nada más falso que esto, pues no tiene ningún soporte bíblico.

Conocer lo que dicen las Escrituras acerca de una correcta mayordomía, debe llevarnos a discernir entre dos clases de líderes espirituales. Por un lado, encontraremos aquellos pastores del Señor que cuidan con esmero y apacientan sus ovejas con amor, entrega y sacrificio, es decir, imitando al señor Jesucristo con su testimonio.

Por el otro lado, encontraremos a los pastores similares a los que se describen en Ezequiel 34. Son aquellos pastores de la prosperidad que esquilan las ovejas para beneficio propio y para los cuales el ministerio es más un negocio que un servicio al Señor. Estos se apacientan a si mismos, mientras las ovejas sufren y se descarrían sin un pastor que se encargue de ellas como Dios lo ha mandado.

Larry Burkett[11] dice en su libro Los negocios y la Biblia: “Los líderes cristianos que están [dirigiendo una congregación], al frente de ministerios cristianos o en negocios, parecen esforzarse demasiado por demostrar lo ricos que son con la ayuda de Dios, pero no encuentro casi ninguna persona no creyente que se quede bien impresionada por el argumento de la riqueza ni del éxito. Han visto demasiada riqueza entre hombres del mundo como para saber que no sólo las personas de vida recta acumulan dinero... Lo que sí impresiona, tanto a los creyentes como a los que no lo son, es la vida de esos pocos individuos que aprendieron a controlar su estilo de vida y emplean la abundancia que reciben de Dios para ayudar a otros y para extender la palabra de Dios” (Burkett, 1996, 53).

Así, nuestro propósito es entender las finanzas con base en la palabra de Dios y establecer una postura equilibrada, sin exaltar en ningún momento la doctrina de la prosperidad, ni la doctrina de la pobreza, ambos extremos inadecuados, pues la Biblia propone un balance en la vida financiera de toda persona.

La fe según la doctrina de la prosperidad

Nuestra fe debe estar sujeta al concepto bíblico que veremos más adelante en la Enseñanza 8: La fe en Dios. Debemos ser cuidadosos en cómo es utilizada esta palabra, pues en nombre de la palabra fe, se han venido tejiendo aberrantes doctrinas conocidas como “hiperfe” o superfe.

Una de estas enseñanzas de la doctrina de la prosperidad se basa en una mala interpretación del siguiente pasaje:

6Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará”.  2 Corintios 9:6 

El pasaje involucra un contexto de generosidad material y son evidentes las consecuencias positivas de dar abundantemente (Espirituales y materiales: Amor de Dios, generosidad de Dios, Gloria a Dios, amistad con Dios y semejanza a Dios); como una promesa misericordiosa del Señor de recompensar a los creyentes de corazón puro, y teniendo en cuenta que no solo debemos ofrendar el pan para el cuerpo, sino saciar el alma afligida (Is. 58:10); esto con la generosidad que nos da el gozo de tener la capacidad y la oportunidad de dar en abundancia. Pero la intención del pasaje no es un llamado a la persona hipócrita e interesada que sólo finge adoptar una actitud correcta en su dádiva, a sembrarcomo una inversión o esperando una retribución, ni para obtener ofrendas para los líderes, pues es un pasaje dirigido a los necesitados de la Iglesia de Cristo. Más bien, su intención es como se explica en los versículos siguientes: Sin tristeza, alegremente y como nos propusimos en el corazón, sin esperar nada a cambio. De hecho, dice que no debemos dar “por necesidad” (2 Co. 9:7), lo que implica que no damos por negocio o intercambio, es decir, para obtener algo a cambio.

Es pertinente aclarar que, aparte del pasaje explicado, en la mayoría de los pasajes donde se habla de semilla o siembra, no se refiere a dinero, sino a la Palabra como semilla para sembrar y producir una cosecha de creyentes para el Reino.

Los predicadores de la doctrina de la prosperidad, inducen a la “siembra” de dinero u otros (elementos o bienes) para obtener como retribución cosas similares, doctrina ésta de la siembra que, lamentablemente, no dista mucho de la herejía de las indulgencias de los romanistas. Pero la Biblia nos da una advertencia a través de la trágica historia de Caín. Muchos se han preguntado por qué Dios no aceptó la ofrenda de Caín con el agrado con el que aceptó la ofrenda de Abel. La respuesta está en la misma Biblia: Porque Caín lo hizo sólo por obtener una recompensa, es decir, por codicia. El camino de Caín no debe ser nuestra motivación, pues ellos por ganar dinero se han desviado.

11¡Ay de ellos!, porque han seguido el camino de Caín, y se lanzaron por lucro..”. Jud. 11

Otras versiones exponen el camino de Caín así: “por ganar dinero” (NVI), “...que codiciosos de dinero” (Castilian) y “por amor al dinero...” (RV Contemporánea).

Las Sagradas Escrituras se refieren a quienes enseñan esto como falsos pastores (Ezequiel 34) y maestros:

12Estos [pastores] son manchas en vuestros ágapes, que comiendo impúdicamente con vosotros se apacientan a sí mismos; nubes sin agua, llevadas de acá para allá por los vientos; árboles otoñales, sin fruto, dos veces muertos y desarraigados; 13fieras ondas del mar, que espuman su propia vergüenza; estrellas errantes, para las cuales está reservada eternamente la oscuridad de las tinieblas… 16Estos son murmuradores, querellosos,
que andan según sus propios deseos, cuya boca habla cosas infladas, adulando a las personas para sacar provecho”. Judas 12-13, 16

Y Pablo advertía a Timoteo sobre estos...

5…hombres corruptos de entendimiento y privados de la verdad, que toman la piedad como fuente de ganancia;…”. 1 Timoteo 6:5

El término corruptos de entendimiento en el griego original es mucho más fuerte, pues se refiere a algo que está completamente dañado, arruinado o descompuesto, pues bien, estos mismos maestros del mal, que espuman su propia vergüenza, inducen a los creyentes a otra absurda y anti-bíblica práctica, a través de rituales de prosperidad que, más bien, parecen hechizos, conjuros o ritos de la Nueva Era: Los pactos. Invitan, apelando a la fe, a “pactar con Dios”, es decir, a proponerle pactos para obtener riquezas, entre otras cosas. Ésta es una clara ofensa contra Dios puesto que, aunque creemos en un Dios de Pactos, vemos en toda la Biblia que la iniciativa en cuanto a ellos siempre provino de Él y de acuerdo a su plan con la humanidad y con cada persona.

Aunque los exponentes de estas doctrinas toman como ejemplo el pacto, o más bien la propuesta, que Jacob le hizo a Dios de diezmar si lo prosperaba en su camino (Génesis 28:20-22), debemos revisar la condición depravada del corazón de Jacob en ese momento, antes de su transformación, y observar que la Biblia no menciona en ninguna parte que él cumpliera su promesa.

A la luz de las Escrituras y desde la perspectiva de Dios, los pactos fueron los medios para revelar y ejecutar la Salvación: El Nuevo Pacto sellado con la sangre de Cristo. Una vez consumado éste, no hay más pactos[12], pues no son necesarios como lo evidencia la ausencia total de mención sobre estos en el Nuevo Testamento. La Nueva Alianza en Cristo es el último y definitivo pacto por la eternidad.

De la misma manera, esta doctrina de la prosperidad tiene entre sus prácticas las “visiones” o el “pronunciamiento de palabras proféticascon promesas relacionadas con la prosperidad financiera, entre otras áreas, acomodando e interpretando la Palabra a sus propios deseos, cuando ésta dice todo lo contrario:

19Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones;  20entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada,  21porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo”. 2 Pedro 1:19-21 

Según este cristianismo actual, esta práctica está encaminada a fortalecer la fe en Dios, pero el “verdadero cristianismo” cree con firmeza en la Suficiencia de la palabra de Dios, esto es, que el Canon de la Biblia fue cerrado en Apocalipsis con una fuerte advertencia a quien quitara o añadiera algo más, por lo cual no hay revelaciones extras ni personales, pues como dijo el puritano John Owen (1616-1683): “Si las revelaciones "privadas" concuerdan con la Escritura, no son necesarias y si no concuerdan, entonces son falsas”.

En este cristianismo de nuestros días también vemos la práctica de decretar por fe, “activar el poder de Dios” o “arrebatar las bendiciones” para obtener lo que se desea, queriendo manipular a Dios como un títere para satisfacernos.

La doctrina de la prosperidad ve “la fe como una ley inmutable e impersonal que, como la gravedad o las leyes de la termodinámica, gobiernan el universo: Un principio que obra sin consideración de quien lo está usando o para qué... La fe [...] no es una confianza sometida a Dios, la fe es una fórmula con la que se manipulan las leyes espirituales que los maestros [de esta doctrina] creen que gobiernan el universo... El concepto de que el universo (incluyendo a Dios) es gobernado por leyes espirituales impersonales no es bíblico. Es una negación de la Soberanía y la Providencia de Dios, es nada menos que deísmo[13] (287)... La fe es más un asunto de lo que decimos que de en quién confiamos o de cuáles verdades aceptamos y afirmamos en nuestro corazón. Un término favorito es la “confesión positiva”..., lo que usted dice determina lo que le sucede y... Dios está obligado a contestar... Estas ideas han engendrado supersticiones enconadas... [creyendo] que todas sus palabras son conjuros mágicos que determinan su destino [pero en realidad esta enseñanza] alienta a los creyentes a ignorar y negar la realidad de sus pecados y limitaciones... Esto es superstición, no fe bíblica(MacArthur, 2007, 280-282).

Los promotores de estas enseñanzas argumentan que, mediante “nuestros decretos”, tenemos la autoridad para conseguir todo lo que queramos, pero honestamente la Biblia no los avala. Más bien, nos dirige a orar con toda súplica y ruego por la voluntad de Dios en nuestras vidas como Jesús nos enseñó (Ver la oración del Padrenuestro - Mateo 6:10-15 y Lucas 11:2-4. También 1 Juan 5:14). Es muy importante entender que nuestras oraciones no tienen el poder para cambiar el decreto eterno de Dios[14], sino que oramos para entender su santa voluntad y plegarnos a ella. Preguntémonos, ¿qué pasa si lo que decretamos no es la voluntad de Dios? Es obvio que estaríamos contendiendo con Dios y más aún, usando su Santo nombre en vano. ¿Puede usted ver la gravedad de esto?

Incluso, hoy en día es muy común escuchar en las iglesias aplicar el “atar y desatar” a un sinnúmero de aspectos no bíblicos. “Atan” supuestos espíritus de pobreza, crisis financieras y escasez, enfermedades, entre muchos otros y, supuestamente, “desatan” bendiciones, riquezas, personas del poder del diablo mismo y sus demonios. Aunque reconocemos que el contexto de los pasajes de Mateo 12:29, Marcos 3:27 y Lucas 11:21 se refiere a atar demonios o, más exactamente, “atar al hombre fuerte”, es decir, al diablo, estamos convencidos que la Biblia enseña que esto lo concluyó Cristo en su primera venida.

Pero lo más grave es que, en el contexto de la doctrina de la prosperidad, han llegado hasta el extremo de “desatar” supuestas bendiciones del cielo como riqueza, poder, bienes materiales y toda clase de deseos mundanos y caprichos personales, apoyándose en los sagrados pasajes: 18De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo” (Mateo 18:18) y “19Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos” (Mateo 16:19).

Es necesario aclarar que estas declaraciones del Señor fueron dadas en el contexto de disciplina dentro de la Iglesia primitiva y se refiere a pecados. Esto es confirmado cuando leemos el pasaje: “A quienes remitiereis los pecados, les son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les son retenidos” (Juan 20:23).

¿Cómo aplicamos estos versos? ¿Podemos nosotros los cristianos, los pastores o ministros ir por ahí perdonando pecados a la gente? No. Según Jorge L. Trujillo[15], “nosotros nos restringimos a lo que declara la Biblia sobre aquellos que se arrepienten y se apartan de su pecado, que a quien se arrepiente se le declara “perdonado” (desatado=libre de culpa) y a quien no se arrepiente se declara “no perdonado” (atado=pecador/gentil/publicano), así que no es aplicable al contexto de la doctrina de la prosperidad.

La Biblia trae principios que pueden influir en nuestro bienestar físico y material, pero en última instancia es la Soberanía de Dios la que determina nuestra condición. Nosotros no controlamos esos aspectos. La Escritura enseña que es Dios quien permite y limita los movimientos del diablo y sus huestes; también es Él quien guarda a los creyentes del mal (Job 1:12 y 2:6; Lucas 22:31-32; 2 Tesalonicenses 3:3 y 1 Juan 5:18) y entrega las bendiciones materiales, según su plan con cada uno.

Entre tanto, repetimos, el antídoto para combatir al diablo no es “atándoloni reprendiéndolo(Judas 9), sino resistiéndolo firmes en la fe y velando (1 Pedro 5:8-9). Santiago lo expresa claramente: “Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros” (Santiago 4:7). Debemos tener mucho cuidado de enfocarnos excesivamente en el enemigo, pues podemos sobrepasar esa delgada línea que nos separa del esoterismo, pero tampoco podemos vivir descuidados pues es necesario reconocer que él existe y que tenemos que pedirle a Dios que nos cuide de sus asechanzas y nos libre del maligno (Mateo 6:13).

Todas estas prácticas, tan supersticiosas y materialistas como las de la religión humana más baja y pagana, no están basadas en la fe bíblica ni espiritual, más bien están centradas en el propio “yo” con el único fin de satisfacerlo. Son falsas doctrinas, que ofrecen bendición a cambio de donación, que están más cerca del esoterismo y del ocultismo y que van en contravía de la voluntad de Dios, pues cuando el objetivo de la fe en Dios es obtener lucro o recompensa, la misma Biblia dice que hemos elegido el camino de Caín y el deseo de lucro de Balaam.

Esta enseñanza de la prosperidad basada en una per fe es una de las marcas distintivas más evidentes de las falsas doctrinas; y los maestros, pastores y profetas que las promulgan se ponen ellos mismos la etiqueta de falsoscomo Jeremías advirtió acerca de los falsos profetas (Leer todo Jeremías 23):

16Así ha dicho Jehová de los ejércitos: No escuchéis las palabras de los profetas que os profetizan; os alimentan con vanas esperanzas; hablan visión de su propio corazón, no de la boca de Jehová.  17Dicen atrevidamente a los que me irritan: Jehová dijo: Paz tendréis;  y a cualquiera que anda tras la obstinación de su corazón, dicen: No vendrá mal sobre vosotros”. Jeremías 23:16-17

Además, si estas doctrinas fraudulentas se enseñan en las congregaciones que pueden considerarse fieles al Señor, esto las llevará a un proceso de deterioro y, finalmente, a convertirse en iglesias falsas y/o sectas, de las que tanto nos advierte la Palabra en 2 Pedro 2:1-3 y 14-22, entre otras. (Leer completo 2 Pedro 2).

1Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina.  2Y muchos seguirán sus disoluciones, por causa de los cuales el camino de la verdad será blasfemado, 3y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas...”.  2 Pedro 2:1-3

La doctrina de la prosperidad pone a aquellos que la promulgan y que la siguen al borde del abismo, en el límite de convertirse en una secta, dado los elementos que la identifican: Una Cristología distorsionada; el exaltado criterio del hombre como un dios; la centralidad en las obras humanas, la creencia en nuevas revelaciones, pero sobretodo, una ausencia total de los conceptos bíblicos de la Soberanía y de la Providencia de Dios, que lleva al hombre a poner su fe en su propio poder y no en el poder del Dios mismo porque en su erróneo sistema, el soberano es el hombre, no Dios.

En conclusión, el evangelio proclamado por los maestros de la prosperidad no es el evangelio de Cristo. Más bien, esta doctrina tiene una línea de relación directa con la ciencia cristiana, la metafísica, la teosofía, y la Ciencia de la Mente, entre otros movimientos esotéricos, algunos de ellos derivados de la herejía del Nuevo Pensamiento del tristemente célebre Phineas Quimby,  y no de la fe bíblica.

Para Pablo, las buenas nuevas de Cristo eran el tesoro más grande de nuestra vida y, por lo tanto, era un pecado teológico imperdonable” tergiversar o negar el evangelio, como hacían los maestros que habían engañado a los gálatas. El mismo Apóstol que pudo decir, con profunda convicción cristiana: “No me avergüenzo del evangelio(Romanos 1:16), pudo, con la misma convicción, declarar malditos a los predicadores de cualquier “otro evangelio”.

6Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente. 7No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo.  8Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema. 9Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema”. Gálatas 1:6-9 

Una advertencia más:

9No os dejéis llevar de doctrinas diversas y extrañas; porque buena cosa es afirmar el corazón con la gracia, no con viandas, que nunca aprovecharon a los que se han ocupado de ellas”.  Hebreos 13:9

B. ¿Herencias o maldiciones generacionales?

Pero si alguna distorsión trágica ha traído todo este auge que tienen en la actualidad la doctrina de la prosperidad y de la sanidad interior que hemos mencionado, ha sido el asunto de las herencias o maldiciones generacionales. Debemos aclarar que dichas enseñanzas tienen entre sus postulados, la idea de que existen pecados y tendencias pecaminosas, así como las consecuencias o maldiciones que estos traen consigo, que se heredan o se transmiten espiritualmente de generación a generación.

En el área financiera, mencionan que la idolatría; la pobreza; la aflicción, la amargura o el resentimiento y las deudas o fianzas; entre otros, pueden venir como maldiciones heredadas de los ancestros, es decir, en forma de maldiciones generacionales a través de acuerdos mentales, llámense juramentos, palabras de maldición, pactos, mentiras protectoras, ataduras del alma y/o ataduras espirituales.

Al respecto, consideramos necesario definir qué quiere decir "maldiciones generacionales":

La teoría acerca de las maldiciones generacionales es “una popular, aunque aberrante enseñanza que mantiene que los problemas en la vida de un cristiano —incluyendo enfermedad, pobreza, desastres naturales, etc.— pueden ser todos consecuencia de alguna maldición proferida muchas generaciones atrás. A menudo, los creyentes en esta teoría se hallan envueltos en igualmente aberrante variedad de guerra espiritual, con un énfasis no-sano y no-bíblico en los demonios. Muy prevaleciente en los movimientos Palabra de Fe, así como en los controversiales movimientos de renovación y avivamientos de nuestros días” (Apologetics Index - Índice Apologético).

Para declarar esto, los defensores de estas prácticas de sanidad interior se basan en el pasaje de Deuteronomio 5:9b-10 [NVI] (También en Éxodo 20:5 y 34:7):

9 … Yo, el Señor tu Dios, soy un Dios celoso. Cuando los padres son malvados y me odian yo castigo a sus hijos hasta la tercera y la cuarta generación.  10Por el contrario, cuando me aman y cumplen mis mandamientos, les muestro mi amor por mil generaciones”.

Deuteronomio 5:9b-10 [NVI]

La idea principal en esta doctrina está en que las cosas malas que nos suceden son consecuencia de los pecados de nuestros antepasados, aunque en el texto no se menciona la palabra maldición, sino castigo por el pecado.

Ahora, aquí hay algo de verdad y es necesario notarlo, pues de acuerdo a la anterior declaración bíblica, eso es así aun en el presente, pero debido al pecado de Adán.

12Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron… 14No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun en los que no pecaron a la manera de la transgresión de Adán, el cual es figura del que había de venir19Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos”. Romanos 5:12, 14 y 19

El pecado de Adán trajo condenación y maldición a toda la raza humana y como consecuencia los hombres son considerados “por naturaleza hijos de ira” (Efesios 2:3). Todos hemos venido al mundo con una naturaleza pecaminosa y con la maldición original (Génesis 3:16-19) de estar muertos espiritualmente y destituidos de la gloria de Dios, además de algunas consecuencias específicas que la Caída generó.

Sabemos que en el jardín del Edén, Dios le dio al hombre un trabajo: Administrar y gobernar la creación para lo cual le otorgó la facultad de enseñorearse sobre ella, es decir, le dio poder y autoridad.

28Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra”.  Génesis 1:28

Así, el trabajo instituido antes de la Caída, es considerado una bendición, pero como resultado de la maldición, ese trabajo del hombre no daría los frutos esperados y sería excesivamente arduo, en ninguna de sus paginas la Biblia dice que el trabajo sería una maldición.

17Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. 18Espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del campo. 19Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra,...”.

Génesis 3:17-19a

Por su parte, la consecuencia de la maldición para la mujer fue que daría a luz sus hijos con dolor y que su esposo se enseñorearía de ella.

16A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos; y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti”.

Génesis 3:16

Esto ha generado como resultado, hasta el día de hoy, fenómenos como el machismo y el feminismo, este último como respuesta al abuso de autoridad del hombre.

Ante las consecuencias de la Caída, Dios habla repetidamente en el Antiguo Testamento, de una manera simbólica, acerca del pecado como un yugo que oprime su pueblo y, aunque la maldición y sus consecuencias por la caída son reales, también da una promesa constante de liberar a sus elegidos de la esclavitud que les infringe el yugo del pecado como en Isaías 61, Lucas 4:16-21 y otros pasajes.

13Porque ahora quebraré su yugo de sobre ti, y romperé tus coyundas”.  Nahúm 1:13

La buena noticia es que, aquellos que hemos tenido un verdadero arrepentimiento y hemos creído en Cristo, recibimos el perdón por todo pecado mediante su grandiosa obra en la cruz y su resurrección y somos liberados de toda maldición.

13Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero),…”. Gálatas 3:13

Pensar, siendo creyentes, que aun continuamos bajo maldición y peor aún, cargando con maldiciones heredadas, es asumir que la obra redentora de Cristo no fue completa y esto es una ofensa a Dios. Cuando conocemos las promesas de Dios, sus mandamientos, pero sobre todo la obra del Calvario, tenemos la plena convicción de que cualquier maldición ha sido cortada en nosotros.

Para los creyentes, el trabajo ha recuperado con Cristo su dignidad original. Para la mujer, aunque el hombre sigue siendo el sacerdote o líder del hogar a los ojos del Señor, su llamado en el Nuevo Testamento es a ocupar de nuevo el lugar digno que Dios le dio en el principio de los tiempos, como ayuda idónea, respetando el liderazgo del esposo (1 Pedro 3:1-2). Para el hombre, el llamado es a ejercer su papel de liderazgo y a amar a su esposa como a carne de su misma carne (1 Pedro 3:7).

Pero es indispensable aclarar que el ser humano, sin la justificación de la obra expiatoria y redentora de Cristo, aún permanece bajo la maldición original y otras maldiciones generadas por su conducta pecaminosa y hasta es posible que reciba maldiciones como herencia, pues no tiene la capacidad de elegir entre hacer el bien o hacer el mal y su inclinación siempre es a hacer el mal.

Por el contrario, al ser justificados por la fe, recibimos la capacidad de elegir entre la obediencia y la desobediencia, entre hacer el bien o hacer el mal, entre pecar y no pecar, pero siendo que aun tenemos un remanente de pecado y nuestra santificación aún no ha sido completada, “si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo” (1 Juan 2:1b).

Al respecto, Charles H. Spurgeon, predicador del siglo 19 y conocido como “el príncipe de los predicadores”, dice en su Devocional La chequera del Banco de la Fe:

“En la familia de la gracia hay disciplina, y esa disciplina es lo suficientemente severa para que pecar sea algo malo y amargo... El Señor castigará a sus más amados siervos si se apartan de la plena obediencia a sus leyes. Quizás en este preciso momento tal castigo esté sobre nosotros. Clamemos humildemente: “Oh Señor, hazme entender por qué contiendes conmigo”.

¡Cuán preciosa es esa cláusula salvadora: “Más no para siempre”! El castigo del pecado es eterno, pero la disciplina paternal por el pecado en un hijo de Dios, no es sino por un tiempo. La enfermedad, la pobreza, el decaimiento de espíritu, pasarán cuando hubieren rendido el pretendido efecto. Recuerden que no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia. La vara puede hacer que nos dolamos, pero la espada no hará que muramos. Nuestro dolor presente tiene el propósito de conducirnos al arrepentimiento para que no seamos destruidos con los malvados”.

Así que no podemos desconocer que por su comportamiento, sus decisiones y la desobediencia a la palabra de Dios, es decir, el pecado, aún el redimido o hijo de Dios, puede atraer amargas consecuencias sobre su vida personal, su descendencia y el mundo que lo rodea, las cuales tendrán que ser asumidas, pues aunque Dios es soberano, nosotros somos responsables delante de Él por nuestras acciones y Él es quien decide cuándo un creyente será libre de las consecuencias o de la disciplina por el pecado.

En el libro del profeta Ezequiel (18:1-32), tenemos un hermoso pasaje en el cual Dios anuncia la liberación de cualquier maldición generacional para su pueblo elegido, pero no excluye la “responsabilidadindividual del hombre por el pecado:

1Vino a mí palabra de Jehová, diciendo: 2¿Qué pensáis vosotros, los que usáis este refrán sobre la tierra de Israel, que dice: Los padres comieron las uvas agrias, y los dientes de los hijos tienen la dentera? 3Vivo yo, dice Jehová el Señor, que nunca más tendréis por qué usar este refrán en Israel. 4He aquí que todas las almas son mías; como el alma del padre, así el alma del hijo es mía; el alma que pecare esa morirá”. Ezequiel 18:1-4

Dios no castiga a los hijos por los pecados de sus padres, sino en los casos en que los hijos siguen en los pecados de sus padres. Castiga a los que lo “aborrecen” y no a los arrepentidos (Ezequiel 18:20). En cambio, la maldad pasa de generación en generación por la influencia de los padres y cuando llega el momento, Dios trae castigo sobre los pecadores.

Debemos precisar entonces que las conductas de los padres tienen influencia sobre los hijos, por eso la Biblia nos ordena: “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él” (Proverbios 22:6 y Efesios 6:4). Sin duda, el ejemplo de los padres, ya sea bueno o malo, afecta los hijos; pero eso está muy lejos de decir que los pecados y demonios son heredados o traspasados por vía genética y/o reproductiva.

En un verdadero creyente regenerado sólo puede habitar el Espíritu Santo, no es posible que otros espíritus lo habiten. Por esta razón, la única manera de enfrentar el mundo espiritual liderado por Satanás, es decir, la verdadera guerra espiritual desde una perspectiva bíblica, es como se registra en ella:

7Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros”.  Santiago 4:7

Aunque no hablamos de la transmisión de espíritus o maldiciones que se pasan de generación a generación, los creyentes pueden traer herencias conductuales, es decir, conductas pecaminosas heredadas, ya sea por tradición o imitación.

“Cada persona es responsable de su propio pecado, sin embargo, lo que pasa de una generación a otra es la inclinación, la tendencia, la propensión, una fuerza impulsora... Lo vemos en familias, donde las cosas que Dios odia como el divorcio, o el alcoholismo, aparecen de una generación a otra en el árbol familiar. La iniquidad ha ido pasando de una generación a otra y nunca ha sido enfrentada...” (Hill y Pitts, 2001, 23).

La tradición, así sea pecaminosa, es muy difícil de cuestionar y confrontar, mucho más de cambiar. Al respecto, Jesús recriminó fuertemente a los fariseos porque insistían en seguir esclavizados bajo el yugo de la tradición familiar sin haber sido confrontados con las Escrituras.

1Entonces se acercaron a Jesús ciertos escribas y fariseos de Jerusalén, diciendo: 2¿Por qué tus discípulos quebrantan la tradición de los ancianos? Porque no se lavan las manos cuando comen pan. 3Respondiendo él, les dijo: ¿Por qué también vosotros quebrantáis el mandamiento de Dios por vuestra tradición?… 6...Así habéis invalidado el mandamiento de Dios por vuestra tradición. 7Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, cuando dijo: 8Este pueblo de labios me honra; mas su corazón está lejos de mí. 9Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres”.
Mateo 15:1-3, 6b-9

En conclusión, para el verdadero cristiano, el pasado familiar no es una herencia espiritual inevitable y determinante porque fuimos limpios en la sangre preciosa de Jesucristo, somos nuevas criaturas. El Señor decidió que el medio para esta regeneración y salvación fuera la predicación de la palabra de Dios, pues sólo ésta puede podrir el yugo del pecado, como agua purificadora que limpia al creyente de éste y de la influencia del mundo y lo transforma para llegar a ser como Cristo y rendirse a su señorío, pues como verdaderos creyentes, debemos ser siervos y esclavos exclusivos de Él. Sólo se nos está permitido estar bajo su yugo.

29Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; 30porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga”.

Mateo 11:29-30

Recuerde, la iniquidad sólo puede ser enfrentada con el arrepentimiento y la limpieza por medio de la sangre de Jesucristo a través de la Palabra. Este arrepentimiento significa “transformación”, así que rogamos que por la gracia de Dios todo lo que Él va a enseñarnos, sea asimilado, anidado en el corazón y hecho vida. Así, seremos transformados para poder servirle a nuestro único Señor y Amo porque Jesucristo estableció que Él tiene el poder para darnos libertad en cualquier área de nuestra vida y su libertad es verdadera y completa.

36Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres”.  Juan 8:36

Ya sea que estas conductas se hayan establecido como una herencia por tradición o imitación de sus antepasados o hayan irrumpido en su vida como dardos de fuego del Maligno; por influencia del mundo o por el remanente de pecado; el profundizar acerca de este tema de mayordomía de las finanzas bajo la dirección del Espíritu Santo y su Palabra, debe llevarlo a alcanzar un estilo de vida financiero conforme a las Sagradas Escrituras.

Finalmente, recuerde que la libertad del yugo del pecado que Cristo nos ha dado no debe ser menospreciada al perseverar en conductas pecaminosas en ninguna área y, en particular, en ésta que nos atañe de la mayordomía.

1Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud...  13Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros… 16Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne”.  Gálatas 5:1, 13 y 16 

14Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia”. Romanos 6:14

Pero si volviéramos a estar en cautividad por el pecado, volvamos al Devocional La chequera del Banco de la Fe de Charles H. Spurgeon y recordemos lo que dijo con respecto a esto:

“El propio pueblo de Dios puede venderse a la cautividad por el pecado. Éste es un fruto muy amargo de una raíz sumamente amarga. ¡Cuán terrible es la servidumbre cuando el hijo de Dios es vendido al pecado, es encadenado por Satanás, es privado de su libertad, desposeído de su poder en la oración y de su deleite en el Señor! Debemos vigilar para no caer en tal cautividad; pero si esto ya nos ha sucedido, de ninguna manera hemos de desesperar.

Pero no podemos ser mantenidos en esclavitud por siempre. El Señor Jesucristo ha pagado un precio demasiado alto por nuestra redención para dejarnos en manos del enemigo. El camino a la libertad es “vuelve a Jehová tu Dios”. Allí donde encontramos la salvación al principio la encontraremos otra vez. Confesando el pecado al pie de la cruz de Cristo, encontraremos perdón y liberación. Además, el Señor quiere que obedezcamos su voz de acuerdo a todo lo que nos ha mandado, y debemos hacer esto con todo nuestro corazón, y con toda nuestra alma, y entonces nuestra cautividad terminará.

Con frecuencia, el decaimiento de espíritu y un gran abatimiento del alma son quitados tan pronto abandonamos nuestros ídolos y nos inclinamos en obediencia delante del Dios vivo. No necesitamos ser cautivos. Podemos retornar a la ciudadanía de Sion, y podemos hacerlo rápidamente... porque la Palabra dice: “...Jehová hará volver a tus cautivos, y tendrá misericordia de ti, y volverá a recogerte…” (Deuteronomio 30:3).

Como ya hemos visto, usted no debe olvidar que un verdadero creyente puede tener dificultades financieras serias, pero éstas no le han llegado por una maldición generacional. Más bien podemos descansar en esta área, estudiando y entendiendo la doctrina bíblica de la Soberanía de Dios y la Responsabilidad del hombre y recordando siempre que Dios es el que empobrece, y el que enriquece;... (1 Samuel 2:7) y que nuestra responsabilidad es hacer una correcta administración de lo que nos ha dejado a nuestro cuidado.

C. Legado para mis hijos

Cuando nuestros hijos nos ven preocupados o excesivamente ocupados acerca de este tema, es decir, de las finanzas, ya sea por la escasez o por la abundancia, estarán captando de nuestro ejemplo, el mensaje acerca del lugar preeminente que lo material ocupa en nuestras vidas.

Si a esto le sumamos la enseñanza de este capítulo, ellos podrán entender el origen no bíblico de ambas doctrinas y enfocarse en encontrar la respuesta en las Escrituras para vivir una vida de contentamiento en Cristo y así poder servir con gozo cuando el Señor los llame a sus caminos.

Tenga siempre en su mente que las finanzas (bienes, riquezas y dinero) compiten en nuestro corazón y en el de nuestros hijos por el señorío de Cristo en nuestras vidas:

24Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas”.

Mateo 6:24

Los hijos identificarán claramente si sus padres son esclavos de las cosas materiales o si actúan como verdaderos siervos del Señor. Los hijos son muy perceptivos al comparar el tiempo diario que usted le dedica a trabajar, planear o pensar su vida financiera con el que le dedica a estudiar la Biblia, orar, servir al Señor y evangelizar; y también con el que le dedica a su familia. Al poner estas dos cifras en la balanza ellos identificarán si usted le está dedicando más tiempo a las cosas materiales o a las cosas eternas, en donde está la verdadera libertad.  36 Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres” Juan 8:36. Recalque esta verdad en la vida de sus hijos, pues es Cristo quien nos ha dado la libertad, y es Él mismo quien nos lleva al arrepentimiento y a vivir en obediencia a sus mandamientos. Comparta de sus experiencias e historias familiares en este tema y cómo Dios ha sanado y limpiado su pasado y lo ha librado de toda maldición con la obra de Jesucristo en la cruz a través del conocimiento de la Palabra.

Con esto en mente, pídale al Señor que le ayude a inclinar la balanza de su vida cada día más hacia las cosas eternas, para que de este modo pueda dar un buen ejemplo a sus hijos, pues nadie puede dar de lo que no tiene.

Oremos

En el Señor se alegra nuestro corazón; en Él está nuestra fuerza, en Él está nuestro gozo y nuestra victoria, independiente de que tengamos mucho o tengamos pocas cosas materiales.

Sólo en ti Señor, está nuestra confianza, Tú eres nuestra Roca Fuerte, nuestro más Alto Escondite, no hay nadie como Tú, y nuestra única gloria es entenderte, conocerte, y saber que Tú haces misericordia, juicio y justicia en la tierra.  

Permítenos mirar a cara descubierta tu gloria Señor y transfórmanos de gloria en gloria por medio de tu Santo Espíritu, para que podamos ser unos fieles mayordomos de todo lo que has dejado bajo nuestro cuidado, ya sean bienes, talento, tiempo o cualquier otra cosa que debamos administrar.

Señor bendice a tu iglesia local y danos a cada uno de los hermanos que nos congregamos aquí, mayor avidez por tu Palabra, mayor tiempo de oración, mayor profundidad en la sana doctrina, pero sobre todo danos una vida que refleje tu amor y tu sabiduría, que tu luz esté con nosotros para iluminarnos y para iluminar a otros.

Todo esto lo pedimos en el nombre de nuestro amado Salvador, Jesucristo.

Amén.



[1] Nota del autor — No avalo, necesariamente, todos los puntos de vista doctrinales de este autor, sino exclusivamente lo que cito.

[2] doctrina — enseñanza

[3] Policarpo de Esmirna (c. 70 - c. 155) fue un obispo y mártir de la Iglesia primitiva. Fue obispo de la ciudad de Esmirna, y tanto Ireneo, como Tertuliano y Jerónimo registran que Policarpo había sido discípulo del apóstol Juan. Policarpo es considerado uno de los tres Padres Apostólicos principales, junto a Clemente de Roma e Ignacio de Antioquía

[4] Ascetismo: Doctrina filosófica y religiosa mística que busca purificar el espíritu por medio de la negación de los placeres materiales.

[5] Dualismo platónico se refiere a la teoría filosófica del filósofo griego Platón, que sostiene la existencia de dos mundos opuestos: el mundo sensible y el mundo inteligible o de las ideas. Según Platón, el mundo sensible es el que nos rodea y es perceptible a través de los sentidos, mientras que el mundo inteligible es el que contiene las ideas o conceptos eternos e inmutables que son la base de la realidad

[6] Nota del autor: No avalo, necesariamente, todos los puntos de vista doctrinales de este autor, sino exclusivamente lo que cito.

[7] ASAMOAH-Gyadu, Kwabena. PHD. Trinity Theological Seminary. Legon. Accra, Ghana. (www.cristianos.com). Nota del autor: No avalo, necesariamente, todos los puntos de vista doctrinales de este autor, sino exclusivamente lo que cito.

[8] Nota del autor: No avalo, necesariamente, todos los puntos de vista doctrinales de estos autores, sino exclusivamente lo que cito.

[9] Sadoc (en hebreo: צדוק, Tsadoq, que significa justo”) fue un sacerdote judío descendiente de Eleazar, hijo de Aarón. Ayudó al rey David durante la revuelta de su hijo Absalón y fue posteriormente el instrumento para traer al rey Salomón al trono.

[10] Phineas Parkhurst Quimby (16 de febrero de 1802 - 16 de enero de 1866) fue un curandero, mentalista e hipnotizador estadounidense. Su trabajo es ampliamente reconocido como fundamental para el movimiento espiritual del Nuevo Pensamiento.

[11] Nota del autor: No avalo, necesariamente, todos los puntos de vista doctrinales de este autor, sino exclusivamente lo que cito.

[12] Una excepción es el pacto matrimonial que refleja e ilustra el pacto entre Cristo y su Iglesia (Las bodas del Cordero).

[13] deísmo - concepto para describir la creencia en un Dios creador, pero que no se involucra en su creación, quienes creen esto, piensan que Dios estableció las leyes del universo, y luego lo dejó a la deriva.

[14] Decreto eterno de Dios - Dios desde la eternidad, por el sabio y santo consejo de su Voluntad, ordenó libre e inalterablemente todo lo que sucede. (Capítulo 3 Confesión de fe de Londres de 1689)

[15] Nota del autor: No avalo, necesariamente, todos los puntos de vista doctrinales de este autor, sino exclusivamente lo que cito.

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