5. Los amargos frutos del amor al dinero
“9 Porque los que
quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias
necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; 10 porque raíz de
todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se
extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores”. 1 Timoteo
6:9-10
Oremos
Padre nuestro que estás en los cielos hágase tu
voluntad aquí en la tierra como en el cielo, y como sabemos que tu voluntad es
la santificación de tus hijos, de corazón te pedimos que nos santifiques guardándonos del amor al dinero y sus
amargos frutos.
Ayúdanos a detectar en nuestros corazones ese
remanente de pecado que nos lleva al apego, el materialismo, la avaricia y la codicia, y no nos dejes fallar cuando el
mundo, la carne o el diablo, nos ponga en tentación para caer en este tipo de
pecados.
Ayúdanos Señor a entender todos los pecados unidos
al amor al dinero y como estos afectan gravemente nuestra vida espiritual.
Todo esto te lo pedimos en el nombre de nuestro
amado Salvador.
Amén
Introducción
Para que nos ubiquemos en el contexto general de
esta serie de enseñanzas acerca de la Mayordomía Bíblica les recuerdo que esta
es la sesión 5, las primeras 3 enseñanzas fueron la introducción, ahora estamos
en la segunda parte que se llama “Conductas en contra de
la mayordomía bíblica” que son 4 jornadas (esta es la segunda) para
pasar luego a la tercera parte “Hacia una Mayordomía Bíblica”
en donde nos capacitaremos con las fundamentos bíblicos para ser unos fieles
mayordomos del Señor aquí en la tierra.
Ahora si vamos a nuestro tema de hoy. Los que quieren enriquecerse, es decir, aquellos
que ponen su corazón en las riquezas de este mundo, y están decididos a
conseguirlas a cualquier costo, caerán en tentación y
lazo, (1 Tim. 6:9). No se dice los que son ricos, sino los que quieren enriquecerse, es decir, los que
colocan su felicidad en las riquezas mundanas, los que las codician frenéticamente y son ansiosos y obstinados
en su búsqueda.
Estos son los
que inevitablemente caen en tentación y lazo;
porque, cuando el diablo sabe hacia dónde los dirigen sus concupiscencias, rápidamente
cebará su anzuelo con la carnada apropiada,
en este caso la riqueza. El diablo sabía cuánto le gustaba a Acán un lingote de oro y, por lo tanto, con eso
lo tentó (Josué 7). Así es como algunos caen en muchas
codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición.
(1 Tim 6:9)
Los hombres que buscan enriquecerse a cualquier
costo nunca estarán seguros sino en peligro de perderse para siempre, a eso se
refiere el apóstol cuando escribe: caen en tentación y
lazo. Un hombre sabio debe avergonzarse de los deseos mundanos
carnales, pues son necedad, y debe temerlos pues son dañinos, sobre todo considerando que hunden
a los hombres en destrucción y perdición.
El apóstol afirma que
el amor al dinero es la raíz de todos los males, (1
Tim. 6:10), no el dinero en sí, pues,
ese afán de poseerlo lo llevará a cometer cualquier tipo de pecado para
alcanzarlo. Recordemos que esto fue la causa de la apostasía de muchos que se
decían creyentes, pues el cual codiciando algunos, se
extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores.
Existen personas con mucho dinero y no lo aman; en
cambio aquellos que viven concentrados en conseguir dinero, ese afán los
empujará a toda clase de mal y abandonarán la fe, si de esa manera pueden
obtener dinero: el cual codiciando algunos, se
extraviaron de la fe (v.10). O como le dice Pablo a
Timoteo: Demas me ha desamparado, amando
este mundo, (2 Tim. 4:10). Porque el mundo le era
más querido que la promesa de vida eterna. Esos que se extravían de la fe son
traspasados de muchos dolores; los que se apartan de Dios no hacen más que
atesorar dolores para sí mismos.
Por eso es importante que un fiel mayordomo se
cuide del gran mal que es el amor al dinero, pues puede hacerlo tropezar. Para
guardarnos de ese pecado vamos a analizar varias formas bajo las cuales podemos
descubrir el amor al dinero, pues este se manifiesta en diferentes
comportamientos:
El apego
“18Un
hombre principal le preguntó, diciendo: Maestro bueno, ¿qué haré para
heredar la vida eterna? 19Jesús
le dijo: ¿Por qué me llamas
bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo Dios. 20Los
mandamientos sabes: No adulterarás; no matarás; no hurtarás; no dirás
falso testimonio; honra a tu padre y a tu madre. 21Él
dijo: Todo esto lo he guardado desde mi juventud. 22Jesús,
oyendo esto, le dijo: Aún te falta una cosa: vende todo lo que tienes, y dalo a
los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme. 23Entonces
él,
oyendo esto, se puso muy triste, porque era muy rico. 24Al ver Jesús
que se había entristecido mucho, dijo: ¡Cuán difícilmente entrarán
en el reino de Dios los que tienen riquezas!” Lucas 18:18-24
Aunque el apego se puede definir como la inclinación,
estimación, o cariño hacia alguien o algo, en este caso nos referimos al apego pecaminoso que es una expresión o fruto de la idolatría
en el corazón. El hombre rico descrito en la parábola del Nuevo Testamento, tenía
mucho dinero, pero estaba tan apegado a él,
que lo tenía por encima del primer mandamiento de amar a Dios sobre todas las
cosas.
Jesús vio en el corazón del hombre rico,
el apego y el lugar que las cosas materiales tenían en su vida y para que
pudiera ser su seguidor debía poner al Señor en el primer lugar, lo que
implicaba, en este caso, renunciar a sus riquezas. Este pasaje describe el
apego a las riquezas en su estado más triste.
Pero vamos a otro texto bíblico para ver un ejemplo
contrario: Hechos 19:17-20
“17 Y
esto fue notorio a todos los que habitaban en Efeso, así judíos como griegos; y
tuvieron temor todos ellos, y era magnificado el nombre del Señor Jesús. 18
Y muchos de los que habían creído venían,
confesando y dando cuenta de sus hechos. 19 Asimismo muchos de los
que habían practicado la magia trajeron los libros y los quemaron delante de
todos; y hecha la cuenta de su precio, hallaron que era cincuenta mil piezas de
plata. 20 Así crecía y prevalecía poderosamente la palabra del Señor”.
Hechos 19:17-20
Los ocultistas (hechiceros) efesios confirmaron la
realidad de su conversión y transformación espiritual por medio del desapego a lo que antes consideraban valioso al
quemar sus libros de magia.
De esta manera hermanos, cuando ponemos los ojos en
Cristo y no en la riquezas, crece y prevalece
poderosamente la palabra del Señor. (Hechos 19:20)
El materialismo
Una falsa doctrina del bienestar generalizado
A menudo, los creyentes intentamos mantener nuestro
objetivo en el cielo pero al mismo tiempo servirle al dios dinero y a las cosas
materiales, y para empeorar la situación, muchas congregaciones cristianas enfatizan, por medio de sus predicaciones y el
estilo de vida que promueven, una “teología
del bienestar individualizado”, esto es
contradictorio, pues en realidad, es imposible cumplir con los valores
materialistas del mundo y tener la libertad de obedecer a Dios.
El mundo dice que el hombre se mide por las cosas
que tiene, bien lo dice la canción popular “Amigo cuanto
tienes, cuanto vales, principio de la actual filosofía[1]”,
sin entender que Dios no mira lo exterior,
sino lo interior. El mundo nos llama a amar las cosas y a usar a las personas,
en lugar de amar a Dios y a las personas (en ese orden) y a usar las cosas, que
es lo que el Señor nos llama a hacer.
“13Ningún
siervo puede servir a dos señores; porque o aborrecerá
al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis
servir a Dios y a las riquezas”.
Lucas 16:13
La lucha contra el materialismo es constante.
Muchas congregaciones contemporáneas sufren de este mal porque gran parte de
sus miembros son iguales al rico insensato descrito en Lucas 12, pues el
cristianismo de nuestros días, no está dispuesto a humillarse y a ser la
escoria del mundo según dice Pablo en 1 Corintios 4:13.
Contrariamente, dos de las consecuencias más
funestas de este materialismo son: La ostentación o deseo exorbitante por
mostrar sus adquisiciones, y el orgullo (Efraín
dijo: Ciertamente he enriquecido, he hallado riquezas para mí; nadie hallará iniquidad
en mí, ni pecado en todos mis trabajos. Oseas 12:8).
Pero si hay algún relato bíblico que ilustre con mayor fuerza lo que es el
apego, el materialismo, la avaricia y la codicia juntos, y los pecados de
mentira y engaño que estos producen, en su grado más triste, es la historia de
Ananías y Safira en Hechos 5:1-11.
Los frutos del amor al dinero mencionados, son las
mayores evidencias del egoísmo que reina en el corazón humano caído y, aún, en muchos creyentes cuando no tienen
una perspectiva correcta, es decir, desde las Sagradas Escrituras acerca de las
riquezas, los bienes y el dinero.
El amor a sí mismo o el egoísmo en un hombre es uno
de los pecados más peligrosos y destructores del alma.
En primer lugar porque puede disfrazarse fácil y
sutilmente bajo una disposición complaciente y bondadosa, bajo el amor a la
alabanza o en un ascetismo farisaico y un espíritu afectado de abnegación.
En segundo lugar porque, generalmente, es una
conducta pecaminosa más relacionada con la omisión que con el hacer.
“42Porque
tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; 43fui
forastero, y no me recogisteis; estuve desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y
en la cárcel, y no me visitasteis”. Mateo 25:42-43
Y tercero, porque es una plaga de estos últimos
tiempos. Dudamos que haya habido nunca más necesidad de advertir contra el egoísmo
que en estos días.
“1También
debes saber esto: que en los postreros días vendrán
tiempos peligrosos. 2Porque habrá hombres amadores de sí mismos,
avaros, […], amadores de los deleites más que de Dios, 5que tendrán
apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos
evita”.
2 Timoteo 3:1-2, 4-5
No ha habido un tiempo en que una generación
tuviera tanta comodidad, facilidad de adquisición y buenas cosas temporales
como hoy. Sin embargo, existe una completa desproporción entre lo que los
hombres gastan en sí mismos, esto es materialismo, y lo que dedican a apoyar el
reino de Dios en la tierra.
¿Apoya usted decididamente a la iglesia con su
tiempo, sus dones y sus finanzas? O solo va a la iglesia a oír un poquito de la
Palabra del Señor cada domingo y con eso cree que es suficiente… Si usted actúa así le ruego que revise hacia donde está dirigido
su corazón pues si no está comprometido con el avance del Reino aquí en la
tierra, piense si usted realmente ama a Cristo, por favor evalúese, todavía está
a tiempo de arrepentirse.
Quizás podamos adoptar la oración de Agur como
nuestro “escrito está” en la batalla contra el amor
al dinero:
“7Dos
cosas te he demandado; no me las niegues antes que muera: 8Vanidad y
palabra mentirosa aparta de mí; no me des pobreza ni riquezas; mantenme del pan
necesario; 9no sea que me sacie, y te niegue, y diga: ¿Quién
es Jehová? o que siendo pobre, hurte, y blasfeme el nombre de mi Dios”. Proverbios
30:7-9
Como cristianos, debemos auto examinarnos
frecuentemente: ¿Para quién
vivimos? ¿para Cristo o para nosotros mismos?, ¿cuál es la gran finalidad, la
gran meta, el gran objetivo y el principio rector de nuestra vida? Nuestra
respuesta debe ser igual a la del apóstol Pablo:
“15y
por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel
que murió y resucitó por ellos”. 2 Corintios 5:15
¿Usted para quien vive?…
Parafraseando a J.C Ryle, afirmamos que nada logrará
cortar de raíz el egoísmo y el amor a sí mismo,
sino el conocimiento experimental del amor redentor de Cristo […] y la desdicha
y la culpa del propio estado natural; probar el poder de la sangre expiatoria
de Cristo rociada en nuestra conciencia sanándonos, debemos gustar de la
dulzura de la paz con Dios por medio de Jesús y sentir el amor de un Padre
reconciliado, derramado en nuestro propio corazón por el Espíritu Santo.
Entonces, conociendo la inmensidad de la deuda con Cristo, sentiremos que nada
es demasiado grande y costoso para dárselo a Él.
Entonces se deleitará en darse a sí mismo a Cristo y entregar todo lo que tiene
a su servicio. Vivirá para Él,
no para obtener seguridad, sino porque ya lo está; y trabajará para Él,
no a fin de tener vida y paz, sino porque ya las tiene (Ryle, 2012, 370)[2].
Una última consideración acerca del
materialismo: Debemos reconocer que la Biblia habla de dos fuentes de dinero y
riquezas: Deuteronomio 8:18 dice que es Dios quien da poder para obtener
riquezas y en Lucas 4:5-8 encontramos que el diablo tiene poder para dar
riquezas a las personas que le sirven, tanto que le ofreció a Jesús los reinos del mundo. Si no tuviera
ese poder no hubiera sido realmente una tentación. Así que es necesario
discernir el origen de las riquezas. Una buena manera es saber que,
“22La
bendición de Jehová es la que enriquece, y no añade tristeza con ella”.
Proverbios 10:22
La avaricia
y la codicia
En los manuscritos griegos del Nuevo Testamento
encontramos la palabra avaricia como πλεονεξία pleonexía
y la palabra codicia definida con el termino ἐπιθυμία epidsumía,
en las versiones en castellano de la Biblia algunas veces son tratadas como sinónimos,
pero debido a que en nuestro idioma la avaricia y la codicia se pueden
diferenciar, presentamos y definimos los dos términos
por separado, pues sabemos que esta ayuda será provechosa para el alma del creyente,
para identificar la raíz de cada uno de estos pecados, de tal manera que pueda
tratarlos delante del Señor de una manera más específica.
La avaricia
La avaricia
es una inclinación o deseo desordenado, y por cierto pecaminoso, de obtener
riquezas con el fin de retenerlas y atesorarlas. Una de las razones para esta
actitud puede ser la falsa sensación de seguridad que el dinero le brinda.
La parábola del rico insensato describe a un
hombre que llegó a tener muchas riquezas, pero su egoísmo y su visión centrada
en el propio yo, lo llevó a una vida de avaricia, de retener y no compartir.
Pero al morir, ¿se llevará lo que acumuló? Leamos Lucas 12:13-21:
“13Le
dijo uno de la multitud: Maestro, di a mi hermano que parta conmigo la
herencia. 14Mas él le dijo:
Hombre, ¿quién me ha puesto
sobre vosotros como juez o partidor? 15Y les dijo: Mirad, y guardaos
de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los
bienes que posee. 16También les refirió una parábola,
diciendo: La heredad de un hombre rico había producido mucho. 17Y él
pensaba dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré,
porque no tengo dónde guardar mis frutos? 18Y dijo: Esto haré:
derribaré mis graneros, y
los edificaré mayores, y allí
guardaré todos
mis frutos y mis bienes; 19y diré a
mi alma: Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate.
20Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y
lo que has provisto, ¿de quién será? 21Así
es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios”.
Lucas 12:13-21
Se advierte en esta conducta del avaro que sus
objetivos principales son terrenales: primero atesorar para luego, “reposar, comer, beber, regocijarse”, muy similar a
lo que leemos en 2 Pedro 2 acerca del carácter de los falsos profetas, pues
ellos “tienen por delicia el gozar de deleites cada día”,
y es básicamente la misma conducta del rico de Lucas 16 quien tenía su delicia
en sus banquetes diarios. Por eso el Señor nos mandó explícitamente a guardarnos de toda
avaricia, pues…
“22Se
apresura a ser rico el avaro, y no sabe que le ha de venir pobreza”. Proverbios
28:22
Y que peor pobreza que la describe el Señor en el
mensaje a la iglesia de Laodicea en Apocalipsis 3:17
“17Porque
tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad;
y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo”.
Apocalipsis 3:17
En
las Escrituras se describen a los fariseos como hipócritas y orgullosos pues
pensaban que por guardar celosamente la Ley podrían agradar a Dios, sin embargo
uno de sus pecados más notorios era la avaricia.
“14Y
oían también todas estas
cosas los fariseos, que eran avaros, y se burlaban de él. 15Entonces
les dijo: Vosotros sois los que os justificáis a vosotros mismos delante de los
hombres; mas Dios conoce vuestros corazones; porque lo que los hombres tienen
por sublime, delante de Dios es abominación”. Lucas 16:14-15
Incluso, el apóstol Pablo, también comparó en más de una ocasión, la avaricia
con la idolatría.
“5Haced
morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones
desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría;…”.
Colosenses
3:5
“5Porque
sabéis
esto, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro,
que es idólatra, tiene
herencia en el reino de Cristo y de Dios”. Efesios 5:5
De hecho, Pablo nos amonesta como creyentes, a ni
siquiera juntarnos con aquellos que, llamándose hermanos, practiquen la
avaricia:
“11Más
bien os escribí que no os juntéis con ninguno que, llamándose hermano, fuere
fornicario, o avaro, o idólatra,... con el tal ni aun comáis”. 1
Corintios 5:11
Por favor note que estos pecados son inherentes a
una persona cuyos objetivos son los deleites mundanos y por lo tanto no tiene
sus ojos puestos en Jesús.
Además de esto, debemos entender que son idolatras, pues ponen su seguridad, o
si se puede decir su fe, en cosas u objetos, como el dinero o algo que
represente cierta seguridad para ellos, de ahí concluimos que viven en una
permanente zozobra pues no están parados en la Roca firme que es Cristo Jesús,
quien nos da esa paz que sobrepasa todo entendimiento.
Es importante aclarar de nuevo que la Biblia no
prohíbe tener bienes y posesiones, de hecho, tanto el octavo mandamiento, “no robarás”, como el décimo
“no codiciarás”, dan por sentado que los
hombres poseen cosas materiales en este mundo, (esta es una aprobación tácita a
la “Propiedad privada”). También
que un sano deseo de progreso es consentido por las Escrituras, guardando los límites
razonables que ella expone cuando nos exhorta a no afanarnos ni obsesionarnos
con conseguir o acumular riquezas.
Los tesoros terrenales no se refieren
necesariamente al dinero, lo incluyen, pero van más allá
de ello. Es todo lo que los hombres consideran de gran o mayor valor. Por esto,
afectan nuestra perspectiva y dominan el corazón. Aquellos que buscan su
felicidad en los tesoros terrenales pronto llegan a amarlos y terminan
esclavizados por el dios de las riquezas y este amor termina convirtiéndose en la raíz de toda maldad en
ellos. (1 Timoteo 6:10)
Los pecados de la codicia y la avaricia se cometen
más a nivel mental que físicamente hablando. Por eso, este pecado no es siempre
visible y con frecuencia es un pecado oculto o encubierto que se esconde detrás
de varios pretextos y excusas que parecen razonables. Debido a la naturaleza
sutil de este pecado, uno puede estar viviendo una orgía de avaricia y codicia sin que nadie
lo note, pero Dios si lo ve porque Él
conoce lo más oculto de nuestro corazón y, tarde o temprano, saldrá a la luz.
La codicia
Aunque muy relacionada con la avaricia, que es
retener todo lo que sea posible, la codicia es el apetito, deseo o afán
desmedido y desordenado de riquezas, placeres o de posesiones las cuales suelen
ser ajenas.
Pocos pecados se describen como más horribles o se
condenan más claramente en las Escrituras que el pecado de la codicia (Salmos
10:3; Eclesiastés 5:10-14; Miqueas 2:1-3; 1 Timoteo
6:7-10 y 2 Pedro 2:13-15).
“10 El
que ama el dinero, no se saciará de dinero; y el que ama el mucho tener, no
sacará fruto. También esto es
vanidad”. Eclesiastés 5:10
En el libro de Miqueas, el Señor da una advertencia
contra la codicia.
“1 !!Ay de los que en sus camas piensan iniquidad
y maquinan el mal, y cuando llega la mañana lo ejecutan, porque tienen en su
mano el poder! 2 Codician
las heredades, y las roban; y casas, y las toman; oprimen al hombre y a su
casa, al hombre y a su heredad.”. Miqueas 2:1-2
En 2 Pedro 2 el apóstol habla de falsos profetas y
falsos maestros, que tienen una característica que siempre los acompaña: la codicia
13 recibiendo
el galardón de su injusticia, ya que tienen por delicia el gozar de deleites
cada día. Estos son inmundicias y manchas, quienes aun mientras comen con
vosotros, se recrean en sus errores. 14 Tienen los ojos llenos de
adulterio, no se sacian de pecar, seducen a las almas inconstantes, tienen el
corazón habituado a la codicia,
y son hijos de maldición. 15 Han dejado el camino recto, y se han
extraviado siguiendo el camino de Balaam hijo de Beor, el cual amó el premio de
la maldad,… 2 Pedro 2:13-15
Un autor puritano resumió los objetos
de codicia bajo tres encabezados: Placer, ganancias y
promociones, (escalar laboral, social o
económicamente).
Algunas personas codician a otras personas y si no codician a las personas
mismas, codician sus logros, su posición o sus dones y habilidades.
“17 No codiciarás
la casa de tu prójimo, no codiciarás
la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni
cosa alguna de tu prójimo”. Exodo 20:17
“No codiciarás”
es uno de los 10 mandamientos, y si está en las Tablas de la Ley debemos
entender que es muy importante y por lo tanto estamos obligados a prestarle
atención; pero se han dado cuenta que este es un pecado que muchas veces pasa
desapercibido ¿Cuantas veces han oído una enseñanza que nos advierta contra la
codicia?… Este es un buen momento para conocer esa raíz del mal y entender que
viene de un corazón que está insatisfecho con Dios.
La codicia es muy perversa pues impulsa otros
pecados, pues quien codicia la mujer del prójimo ya cometió adulterio, pues
nuestro Señor dijo: “27 Oísteis que fue
dicho: No cometerás adulterio. 28 Pero
yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla,
ya adulteró con ella en su corazón” (Mateo 5:28) y
es lo mismo para quien codicia las cosas de otro, ya cometió robo en su corazón,
y eso se aplica a muchos más pecados…¿Ven la profundidad de este pecado y como
se relaciona con los demás? Por eso Dios, en su sabiduría, puso esta
advertencia contra la codicia en el decálogo, pues la codicia es una fuente
venenosa que contamina todas las áreas de las relaciones humanas, y produce
amargura, adulterio, ira, robo, asesinato, etc., Por eso el Señor es enfático
cuando concluye los 10 mandamientos diciendo: “No
codiciarás nada que sea de tu prójimo”.[3]
Creo que todos hemos visto que estamos en una
situación imposible de superar en nuestras propias fuerzas, pues por el solo
hecho de codiciar algo, ya en nuestro corazón hemos cometido otros pecados,
esta es la misma razón por la cual Pablo decía ¿quien me librará de este cuerpo
de muerte? Nuestra única solución, nuestro único Camino, nuestro único
Salvador, es Cristo, sólo Él con su gracia infinita puede lavarnos de pecados y
presentarnos limpios y sin mancha ante el Padre, pues abogado tenemos para con
el Padre (1 Juan 2:1).
Este pecado es identificado por John Bunyan[4]
(1628 - 1688) en su obra La guerra santa,
como “aquel terrible villano, el viejo y peligroso señor
Codicia,
cuyo vigor aumenta con la edad, al contrario de otros vicios”.
El punto es que el último mandamiento expone un
pecado primeramente contra Dios. Él
aborrece la codicia porque es un acto de idolatría a lo material y coloca las
cosas temporales al nivel de las cosas eternas y, aún, por encima de ellas y
esto convierte al hombre en un idólatra porque reduce todas las cosas al nivel
más bajo de existencia y lo conduce a pensar que todos sus recursos están en
este mundo y que todas sus esperanzas y sus motivos para vivir están anclados aquí y apartan su mirada de Dios y
la ponen en las cosas materiales.
Esa terrible distorsión lleva al codicioso a pensar: Dios
no me da todo lo que yo necesito, y vive ansioso tratando de tener más,
como si el Señor se equivocara en eso, esa persona en el fondo piensa: Dios no ha sido justo conmigo, pues no me ha dado lo que al
otro sí, y eso, en nuestro corazón es queja, murmuración y blasfemia
contra Dios. Este es uno de los matices de la codicia que se conoce como
envidia, y siempre va junto con la codicia.
“Es cierto que al necio lo mata la ira,
y al codicioso lo consume la envidia”.
Job 5:2
La envidia es algo irracional, tanto que en algunas
ciudades hemos sufrido ataques de vandalismo organizados por oscuros partidos
políticos, en donde vemos destrucción por el único motivo de hacer daño, algo
que es difícil de entender como si se puede entender el robo, pues el ladrón
roba para sacar provecho, pero el vándalo no, simplemente destruye y no saca
aparente provecho de eso, ¿Qué es lo que impulsa el vandalismo? Es la envidia,
pues en su perturbado corazón el vándalo piensa: Si yo
no puedo tener lo que tú tienes, entonces tú tampoco lo tendrás, y
así cree que está haciendo justicia social, asegurándose de que nadie disfrute
de nada que él no pueda disfrutar. La envidia es uno de los malignos frutos del
demonio, pues él vino a robar, matar y destruir.
Como dijimos antes, este pecado atenta contra el prójimo
porque nos conduce a fijarnos, no en su bienestar, sino en sus pertenencias,
sus ventajas y sus beneficios. La persona codiciosa o avara no puede mirar a
los demás sin fijarse en lo que posee y todo cae bajo su observación y crítica.
Tal persona siempre estará comparándose
con los demás y dejará de tomarles como personas para considerarles como el
objeto de su envidia y codicia.
8 No
debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo,
ha cumplido la ley. 9 Porque: No adulterarás, no matarás,
no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás,
y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo
como a ti mismo. 10 El amor no hace mal al prójimo; así que el
cumplimiento de la ley es el amor. Romanos 13:8-10
Para el codicioso
es imposible seguir este mandato bíblico de amar al prójimo, pues estará siempre
celoso y envidioso de la prosperidad de otros y el hecho de que otros tengan más
que él, será un golpe para su orgullo, su
propia estima y su valor personal. Será incapaz de ser un amigo de verdad, de
sacrificarse por otro y de buscar el bien del prójimo.
“Porque el malo
se jacta del deseo de su alma, Bendice al codicioso, y desprecia a Jehová”. Salmo
10:3
La codicia no es un pecado nuevo y no fue ajeno a
los puritanos. “William Perkins[5]
(1558–1602) en un sermón basado en Mateo 6:19-20, señala a su parecer lo que
Cristo nuestro Señor prohíbe: “Las formas como se practica la codicia tienen
que ver primero con la búsqueda de las riquezas mundanas, cuando los hombres no
se guardan con medida y moderación”... el puritano consecuente miraba de reojo
todo tipo de lujo y extravagancia; no importaba la forma que tomara ya fuera
una casa, la ropa [incluidos los accesorios y adornos], la recreación o aún
la propia comida” (Cely Q., 2012, 143-144).
Cristo en la parábola del Sembrador habla del “afán de este siglo y el engaño de las riquezas”, es
decir la codicia,
este es un poder pecaminoso que ahoga la Palabra y la hace infructuosa, pues el
corazón humano es atraído hacia las cosas del mundo. (El que fue sembrado entre
espinos, este es el que oye la palabra, pero el afán de este siglo y el engaño
de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa. Mateo
13:22). El fuerte deseo y la atracción hacia las cosas del mundo se convierten
en un poder incontrolable sobre el ser humano.
Muchos tienen éxito
en aventuras económicas de alto riesgo, lo que hace que cada vez tomen más
riesgos en este tipo de inversiones. En ese ambiente de buscar negocios que dan
ganancias espectaculares, sus valores se invierten y, generalmente, terminan en
resultados adversos cuando la codicia los domina, ya sea porque todo se
derrumba y quedan endeudados o porque cada vez son más tentados por el deseo de
participar en ese tipo de aventuras sin medir las consecuencias. La Palabra
advierte constantemente sobre esto, pues el que se afana o se obsesiona por
hacerse rico, verá volar sus riquezas.
“4No
te afanes por hacerte rico; sé prudente,
y desiste. 5¿Has de poner tus ojos en las riquezas, siendo ningunas?
Porque se harán alas como alas de águila, y volarán al cielo”.
Proverbios 23:4-5
Pongan atención a esta frase hermanos: No pongas tus ojos en las riquezas, pues no son nada… Nuestro
objetivo no debe ser acumular bienes materiales en esta tierra, pues no son nada, algún día
perecerán y nosotros dejaremos esta tierra y nada nos llevaremos, por eso lo
sabio es hacer Tesoros en el Cielo, donde tenemos la seguridad eterna.
Pero aún, Dios no bendice las riquezas del hombre
que tiene prisa por enriquecerse.
“20El
hombre de verdad tendrá muchas bendiciones; mas el que se apresura a
enriquecerse no será sin culpa”. Proverbios 28:20
Es más, Dios garantiza pobreza al que se apresura
alocadamente a hacerse rico.
“5Los
pensamientos del diligente ciertamente tienden a la abundancia; más todo el que
se apresura alocadamente (el codicioso), de cierto va a la pobreza”. Proverbios 21:5
Consecuencias del amor al
dinero
“7
porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. 8
Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto. 9
Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas
codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición;
10 porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual
codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos
dolores”.
1 Timoteo 6:7-10
Como dice 1 Timoteo 6, el amor al dinero nos lleva
a caer en tentación y descuidamos lo más importante, pues
raíz de todos los males es el amor al dinero, este es el camino a
sufrir muchos dolores y a la destrucción y perdición del hombre, igual que los
falsos profetas y maestros de los cuales leímos en 2 Pedro 2, los que aman el
dinero están condenados a la destrucción.
Lo peor es que los que tienen el dinero como su
fortaleza o protección, viven en una ilusión, pues como dice la Biblia en Proverbios
18:11.
“11 Las
riquezas del rico son su ciudad fortificada, y como un muro alto en su
imaginación”. Proverbios 18:11
¿Vas a seguir viviendo una vida sin sentido detrás
de la ilusión del dinero? Atención, pues no estoy diciendo que no es necesario,
y que lo despreciemos, lo que digo es que lo pongamos en el lugar que le
corresponde como una herramienta para el intercambio de bienes y servicios, no
para poner nuestra confianza en él,
pues son como una imaginaria ciudad fortificada, es imaginaria pues no te da
una real protección, en cualquier momento puede hacer alas y volar como las águilas.
Aplicaciones
1. En oración, detectemos por medio de un análisis
sincero si estamos cometiendo alguno de estos pecados: Apego, materialismo,
avaricia, envidia o codicia.
Esto lo podemos revisar con la Palabra, ¿Somos como
los falsos profetas que denunció el apóstol Pedro? que tienen por delicia el
gozar de deleites cada día. No se trata de no disfrutar de la gracia y la
misericordia del Señor diariamente, sino en poner los deleites materiales al
mismo nivel de las cosas eternas y aun por encima de ellas.
2. Confesar y arrepentirnos sinceramente ante el Señor
de nuestros pecados, incluidos los antes mencionados y pedirle que nos limpie
de ellos.
3. Establecer señales de alarma que nos avisen
cuando existan tentaciones que nos lleven a cometer estos pecados.
Por ejemplo: ¿Estás
poniendo tus pensamientos en las cosas terrenales? Si la mayor parte de tu
tiempo estás pensando en dinero, en deleites materiales, en diversiones, y no
le dedicas tiempo a lo espiritual, estás en grave peligro, pues recuerda: 21Porque donde esté vuestro
tesoro, allí estará también
vuestro corazón. Mateo 6:21
4. Cuida el corazón de tu hermano, no lo tientes a
la envidia o la codicia, por eso evita ser ostentoso, vive con moderación como
una muestra de un verdadero amor a tu prójimo.
5. Finalmente debemos entender con claridad que
nada es nuestro, todo lo que hay en el universo es de Dios, Él es el dueño de
todo, y como mayordomos de las riquezas de Cristo cada decisión financiera que
debemos tomar, se convierte en una decisión espiritual. Cuando debo tomar una
de estas decisiones debo pensar antes: ¿Como beneficia o perjudica mi decisión
el avance del Reino del Señor?
Recordemos:
“8 Mía
es la plata, y mío es el oro, dice Jehová de los ejércitos”. Hageo 2:8
Pero si usted todavía piensa que puede vivir una
buena vida lejos de Cristo, que puede tomar lo bueno de la Biblia para
aplicarla a su vida práctica y que no necesita de un Salvador que lave su alma
de la inmundicia del pecado, para gozar de una vida eterna junto al Creador, le
ruego que se arrepienta, que piense en el castigo eterno que le espera a su
alma lejos de nuestro amado Salvador Jesucristo. No espere más, pídale al Señor
que le muestre su pecado y que le conceda arrepentimiento y fe para salvación.
Legado para mis hijos
Como hemos dicho en repetidas ocasiones, nuestros hijos,
generalmente, no hacen lo que les decimos, ellos hacen lo que les enseñamos con
el ejemplo y es por esta razón que, si queremos evitarles sufrir a causa de los
amargos frutos del amor al dinero, primero debemos pedirle al Señor que nos
ayude, como padres, a estar limpios de dichos pecados.
No es una tarea fácil, pues muchos nos hemos
acostumbrado a vivir con los ojos puestos en las recompensas del mundo, tanto
que perdemos de vista el galardón eterno (Hebreos 11:6). Así que para ser unos
padres íntegros que mostremos a nuestros hijos una vida piadosa, obviamente
debemos vigilar continuamente nuestro corazón y pedirle al Espíritu Santo que
nos ayude a ser libres diariamente de estos amargos frutos y a mortificarlos,
primeramente, en nuestras vidas.
Legado para mis hijos
En la práctica, podemos ayudarle a nuestros hijos de estas formas:
1. Asegúrese que ellos entiendan claramente el concepto de “necesidad” que se limita básicamente a comida, ropa y techo (Mateo 6:25-34), pues esto es lo que el Señor nos ha prometido. De esta manera, todo lo que exceda esto se pueden llamar “anhelos” o “deseos”. Esto no significa que tener deseos o anhelos sean necesariamente una actitud pecaminosa, sólo significa que no son necesarios para subsistir.
2. Ayude
a sus niños a centrar su mente en lo verdaderamente importante: Nuestra recompensa eterna, muéstreles
diariamente la belleza de la obra de Cristo por nosotros y no permita que se
centren en las cosas del mundo, pues como sabemos, las cosas materiales no
trascenderán.
3.
En consecuencia, verifique que los niños se ocupen más de las cosas eternas que
de las temporales, enséñeles el valor de las personas y como el amar al prójimo
es mucho más importante que conseguir cosas para sí mismo.
4.
No permita que los celos o la envidia se aniden en el corazón de los pequeños,
ayúdelos a entender que esos sentimientos se fundamentan en el amor por las
cosas materiales y no en el amor a las personas.
5.
Como los anteriores, la ingratitud y el descontento son enemigos del corazón
del infante, ayúdelos a tener siempre un corazón agradecido, aun por las cosas
más pequeñas y a vivir en contentamiento, pues éste
es una gran protección que el Señor nos da contra
del pecado.
6. Acostúmbrese a leer diariamente el libro de
Proverbios con los niños y extraiga de allí la sabiduría que el Señor tiene
para orientar la vida de los pequeños y, aún, de los mayores.
7.
Una recomendación final, ore con ellos y por ellos diariamente. Cuando lo haga
con ellos siempre de gracias a Dios por todo lo recibido, así sea mucho o poco,
y cuando ore por ellos pídale al Señor
que cuide el corazón de los niños, pues “sobre toda cosa
guardada, guarda tu corazón; porque de él
mana la vida” . Proverbios 4:23.
Oremos
“Los que siguen vanidades ilusorias, su
misericordia abandonan”. Jonás 2:8
Amado Señor por favor ayúdanos a mantenernos cerca
de ti, que en nuestra mente y corazón, Tú siempre seas más importante que las
cosas o las riquezas.
Que nunca corramos tras las mentirosas vanidades de
este mundo, pues esa es la forma más efectiva de abandonar tu misericordia.
Que cuando estemos tentados a la idolatría y
creamos que las cosas materiales nos pueden traer alivio y consuelo, recuérdanos Padre,
que si ponemos nuestra nuestra confianza en algo diferente a Ti, lo que
realmente estamos haciendo es caminar por un camino de idolatría que nos lleva
lejos de tu misericordia, desviándonos por completo de la senda de todo bien.
Señor por favor, que siempre tengamos en mente que
los ídolos, de cualquier tipo, son vanidades mentirosas, que nos llenan de fantasías
tontas e infundadas y que nada bueno puede resultar de ello.
Permítenos Señor tener los ojos puestos en Jesús,
quien es nuestra sabiduría, nuestro consuelo, y nuestro único y suficiente
Salvador.
Amén.
Contenido Anexo
Como detectar los pecados de avaricia y la
codicia en nuestro corazón.
Preste atención a los siguientes puntos para
evaluar lo que hay en su corazón e identificar cómo
está pecando contra el décimo
mandamiento (No codiciarás la
casa de tu prójimo, no codiciarás
la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni
cosa alguna de tu prójimo. Exodo 20:17),
pues es muy sutil y verdaderamente peligroso para el alma:
1.
Casi siempre la codicia viene disfrazada bajo el pretexto de suplir una
necesidad y encuentra un motivo para justificarse más fácilmente que cualquier
otro pecado. Casi cualquier cosa puede convertirse en una “necesidad”
para justificar la codicia o la avaricia y, a menudo, las personas pueden
afirmar fuertemente que no creen que la vida del hombre consista en las cosas
que posee (Lucas 12:15), cuando en realidad eso sea lo que realmente creen. Es
un pecado difícil de reconocer.
2.
Pone de manifiesto el lugar que ocupan las cosas materiales en nuestro corazón
y en nuestros afectos. “Porque donde esté vuestro
tesoro, allí estará también
vuestro corazón” Mateo 6:21. Cada vez los pensamientos y
sentimientos están más centrados en las cosas de este mundo y se pierde el
control en las prioridades correctas. Se encuentra a menudo soñando despierto
con los ídolos de este mundo, planeando y proyectando sus fantasías. Sus
pensamientos están seriamente ocupados con la acumulación de bienes,
promociones, ascensos, prosperidad, ocio con mucho dinero sin trabajar, y esto
se convierte en el motor de sus vidas.
3.
Lleva a hacer cualquier sacrificio y pagar cualquier precio para obtener la
cosa codiciada. Todo el tiempo, energía y esfuerzo están dedicados a las cosas
temporales y no a las eternas. Estará dispuesto a pasar por encima de su
familia, sus valores, los demás y, aún de Dios y sus preceptos, para obtener lo
que desea.
4.
Vuelve a los seres humanos celosos y envidiosos de aquellos que poseen lo que
ellos desean.
5.
Hace al ser humano ingrato y descontento. La persona pierde la capacidad de
apreciar las bendiciones de Dios y siempre se está fijando en las carencias.
Entre más consigue, materialmente hablando, más vacío
e insatisfecho se siente porque ha llegado a pensar que no se puede ser feliz,
satisfecho o estar contento sin aquello que se codicia.
6. Aunque
en sí mismas, la codicia y la avaricia, transgreden el Primer Mandamiento como
ya lo vimos, pueden conducirnos también
a materializar otros pecados mucho más evidentes como mentir, robar, adulterar
e, incluso, matar, por eso si ha descubierto estos pecados en su vida, recuerde
que estos iniciaron cuando permitió la codicia en su corazón.
Recuerda, la Biblia es enfática:
“ni los ladrones, ni los avaros
[codiciosos], ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores,
heredarán el reino de Dios”. 1 Corintios 6:10
Fin
Fuentes
de consulta
Comentario
Matthew Henry en 1 Timoteo 6
“Ten
contentamiento”. R.C. sproul, serie Los 10 mandamientos y el cristiano.
Ministerios Ligonier
Cristianismo práctico. J.C. Ryle. Editorial El
estandarte de la verdad y Editorial Peregrino. USA. 2012.
Parodi, Nelson (editor). El telón negro y el Diamante. 2024.
Iglesia Bíblica Fortaleza de la Verdad
- Medellín Colombia - 21 de julio de 2024
[1] Tomado de: Oropel, canción popular colombiana,
autor: Jorge Villamil.
[2]RYLE, John
Charles. Cristianismo práctico. Editorial El estandarte de la verdad y Editorial Peregrino. USA.
2012.
[3] Paráfrasis de enseñanza de R.C. Sproul “Ten
contentamiento”
[4]John
Bunyan (Elstow 1628 — Londres 1688) fue un escritor y predicador inglés famoso por su novela El progreso del
peregrino, además de La Guerra Santa, Gracia abundante para el mayor de los
pecadores y muchas obras más. Era hijo de un calderero de Bedfordshire de quien recibió muy poca educación; asistió a la escuela primaria, donde aprendió a leer y a escribir. En 1649
se casó con una mujer pietista cuya dote fueron dos libros: El camino sencillo a cielo (Plain
Man's Pathway to Heaven) del puritano Arthur
Dent y La práctica de la piedad (Practice of
Piety) de Lewis Bayly. Estas obras influyeron en la decisión
de Bunyan de seguir una vida piadosa.
[5] William Perkins (1558-1602) fue un influyente clérigo inglés y teólogo de Cambridge, licenciado y máster por la universidad, y también uno de los
principales líderes del movimiento puritano en la Iglesia de
Inglaterra durante la época isabelina. Simpatizaba
con los puritanos no conformistas e incluso se enfrentó a medidas
disciplinarias por apoyarlos.
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